Las mujeres de verdad tienen curvas

TÍTULO ORIGINAL Real Women Have Curves

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Directora: Patricia Cardoso. Guión: George La Voo y Josefina López. Intérpretes: América Ferrera, Lupe Ontiveros, Ingrid Oliu, George López, Brian Sites, Soledad St. Hilaire. 90 min. Adultos.

Cuánto se agradece -en un verano repleto de mujeres tan extrañas al universo femenino como los angelitos de Charlie o Lara Croft– un retrato de la mujer como el que nos ofrece esta película, cuyas protagonistas son de carne (abundante, por cierto) y hueso, mucho más auténticas que el modelo impuesto por la sociedad de consumo.

El núcleo de la historia es el proceso de maduración de la inteligente y rebelde Ana, con posibilidades de acudir becada a la universidad pero con una madre tradicional que le exige quedarse trabajando junto a los suyos. En el verano de transición se ve obligada a ayudar en el taller de costura de su hermana, y allí aprende mucho de la dignidad de las mujeres y de valores importantes de la vida, muy diferentes de los impuestos por una sociedad del éxito simbolizada en los finos trajes que cosen pero que nunca se pondrán, porque los usarán mujeres hiper-delgadas, con mucho dinero y un aspecto deslumbrante.

Pese a ser su primer largometraje, la colombiana Patricia Cardoso, afincada en Estados Unidos desde 1987 y formada en la Escuela de Cine de UCLA, sabe manejar con soltura y equilibrio el celebrado texto teatral de Josefina López, estrenado en 1990. Cardoso da con el tono justo de comedia agridulce, como la vida misma, pero no cae en la película costumbrista; hace una película de mujeres pero no descuida los personajes masculinos; mantiene los diálogos inteligentes y sugerentes de la obra de teatro pero desdibuja su origen teatral a través de un montaje de ritmo apropiado y unas formas de paso con vistas llenas de color del Barrio Este de Los Angeles, hermosamente fotografiado. Chirría algún elemento tópico (la religiosidad de las mujeres mayores rayana en la superstición o la trama de iniciación sexual de Ana, enamorada por primera vez), pero el conjunto sigue siendo sobresaliente.

En San Sebastián (Premio de la Juventud en 2002) y en Sundance (Premio Especial del Jurado y Premio del Público) cautivó esta historia pequeña de una mujer cualquiera, que derrocha emociones verdaderas y sugerentes reflexiones sobre cuestiones fundamentales como la condición femenina, la dignidad del trabajo, la familia o la herencia cultural. Cardoso rueda de un modo muy femenino transmitiendo mucho a través de pequeños detalles. Así, el arranque de Ana limpiando los cristales con el humilde método del papel de periódico, la imagen de la hermana mayor vista a través del alambrado del taller como si fuera una cárcel, la insinceridad de Ana al decir que trabaja en una boutique en lugar de un taller, la antipatía que genera una empresaria hispana «reconvertida» en perfecta estadounidense, el paralelismo entre la telenovela que la madre cuenta y la relación de su hija con un chico que no pertenece a su mundo; o la magistral secuencia de la competición por ver quién tiene más celulitis o estrías, que evita el peligro de caer en lo burdo convirtiéndose en una maravillosa declaración de quererse como una es.

La selección de actores es acertada, todos derrochan naturalidad y autenticidad. La debutante América Ferreira construye con frecura el personaje de esa Ana enfurruñada, inmadura pero con un enorme corazón, aunque quienes claramente sobresalen son Ingrid Oliu como su sufrida hermana, y Lupe Ontiveros como su madre Carmen, que consigue dar ternura y cercanía a un personaje inicialmente antipático.

Mar Garrido

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