La vida de nadie

Director: Eduard Cortés. Guión: Eduard Cortés y Piti Español. Intérpretes: José Coronado, Adriana Ozores, Marta Etura, Roberto Álvarez, Adrián Portugal. 103 min. Jóvenes-adultos.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Tras una larga experiencia como realizador televisivo, Eduard Cortés (Barcelona, 1959) debuta con una historia que parte del affaire Romand, un hecho real que contaron Laurent Cantet en El empleo del tiempo y Nicole Garcia en L’adversaire. Habla de gente que da vida a un monstruito que, tras una continua y metódica alimentación, va creciendo hasta convertirse en todo un monstruo, pantagruélico e insaciable, dispuesto a devorar todo a su alrededor. En La vida de nadie, el monstruo se llama mentira y afán de aparentar, y su padre es Emilio Barrero, economista del Banco de España, a punto de arribar a los 40, casado con una bella mujer que le quiere con una ternura conmovedora, padre de un crío para el que su padre es Supermán, amigo de sus amigos, que le confían sus dineros, hombre agresivo y enérgico, guapo y con Audi.

Es una grata sorpresa esta primera película de Eduard Cortés, que opta a tres premios Goya: mejor director novel, actriz (Adriana Ozores) y actriz revelación (Marta Etura). Le cuesta acabar, en ocasiones es algo recurrente en su afán por encajar todas las piezas…; pero la película es sólida, novedosa, con empaque y magnífica factura, que cuenta una historia sugerente, de inquietante vigencia en nuestra sociedad de la apariencia y la primera impresión.

Cortés ha construido una película implacable, que se te atora en la garganta (vaya secuencia incómoda la del encuentro Coronado-Etura en el Banco de España, o la de la tirada de tejos a Adriana Ozores) y da bastante que pensar, porque todos hemos conocido alguna vez historias semejantes. El guión, muy bien tramado -sobra un estúpido pasaje de exhibicionismo sexual-, lo saben leer unos actores solventes, entre los que destacan una magnífica Adriana Ozores (premiada en la Seminci de Valladolid) y un Roberto Álvarez muy metido en su papel. La fotografía realizada por el veterano José Luis Alcaine, el preciso montaje y la música de Xavier Capellas están muy a tono.

Alberto Fijo

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