La sombra de un secuestro

TÍTULO ORIGINAL The Clearing

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Pieter Jan Brugge. Guión: Justin Haythe. Intérpretes: Robert Redford, Helen Mirren, Willem Dafoe, Alessandro Nivola, Matt Craven, Melissa Sagemiller, Wendy Crewson. 91 min. Jóvenes.

Wayne y Eileen. Un matrimonio maduro y rico. Sus dos hijos ya se han independizado. La rutina preside sus vidas. Él se pone cada día su impecable traje, besa distraídamente a su esposa, y se encamina al trabajo. Pero en una jornada como cualquier otra un hombre se acerca al coche de Wayne. Se trata de Arnold, un rostro vagamente conocido. Y la amenaza con una pistola no deja lugar a dudas: se trata de un secuestro. Seguimos entonces dos hilos narrativos: el recorrido de la víctima y su captor a un lugar convenido con los cómplices de éste, y los nervios deshechos de mujer e hijos, asistidos por la policía.

Pieter Jan Brugge ha desarrollado una notable carrera de productor en Estados Unidos, con títulos como El dilema. Ahora debuta en la dirección con un drama de aires clásicos y pegado a la realidad. Brugge cuenta una historia de personas vulgares con taras reconocibles, a las que una desgracia obliga a reaccionar. Maneja así un guión bien escrito, donde lo sorprendente son las pocas sorpresas. Sólo existen algunas dudas que deben ser despejadas, a las que alude el certero título original, The Clearing.

Los personajes, bien perfilados, son un regalo para los protagonistas, unos Dafoe, Redford y Mirren de lujo. Arnold es el fracasado, sin empleo, que se avergüenza ante los suyos cada día que amanece. Acomplejado, viste con pésimo gusto, y en lo más íntimo de sí sabe que el secuestro es un disparate. Para su víctima, la ocasión es propicia para hacer examen, particularmente de su vida familiar. Finalmente Eileen va a descubrir aspectos de la vida de Wayne que no sospechaba, o quizá prefería ignorar. Y ese conocimiento duele. Alrededor de la psicología del trío, su pena y amor por lo que se hizo y se dejó de hacer, la película avanza inexorable hasta su emotivo y sobrio final.

José María Aresté

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