Francia, 1889. Louise Violet es una profesora parisina que es enviada a la campiña francesa para poner en marcha una escuela. Violet tendrá que enfrentarse a la resistencia de los campesinos, que desconfían del pasado de la maestra y de sus ideales republicanos.
El cine francés tiene una amplia experiencia en el género “películas sobre la educación” y tiene, sobre todo, auténticas obras maestras como La clase, de Laurent Cantet; Ser y tener, de Nicolas Philibert; Hoy empieza todo, de Bertrand Tavernier, y joyas más recientes como Los buenos profesores, de Thomas Litl, o Una razón brillante, de Yvan Attal.
La primera escuela juega en otra liga más modesta desde el punto de vista cinematográfico, pero no le faltan aspectos interesantes. Éric Besnard sitúa la historia en una Francia que acaba de aprobar las llamadas leyes Ferry, unas normas que establecieron la educación obligatoria, la gratuidad de la enseñanza primaria y la laicidad de la escuela pública. Con estas leyes, la III República francesa buscaba consolidarse, formar ciudadanos con los valores de la Ilustración y reducir la influencia de la Iglesia. Besnard refleja bien, y sin demasiados subrayados ideológicos, la tensión entre estas propuestas y las vidas humildes de unos campesinos que temen que sus hijos no continúen un trabajo, el del campo, que es su medio de vida.
Lo mejor de la película de Besnard –además de una preciosa fotografía– es precisamente el retrato de las familias y sobre todo de los niños. Aunque el conflicto con el alcalde o el sacerdote del pueblo se incoan, tienen poco recorrido en la trama, quizás porque Besnard no quiere hacer una película política sino un retrato humano y una defensa de lo que la educación puede aportar a una comunidad. En ese sentido, aunque hay que alabar el tono conciliador y blanco de la cinta, quizás un tratamiento algo más incisivo del conflicto le hubiera sentado bien al guion.
En el apartado formal pesa un poco el exceso de clasicismo y de voz en off. Con todo, es una película muy bonita en lo formal, bien interpretada y con un mensaje positivo sobre el valor de la educación y el papel insustituible de los maestros.