Ana no tiene recuerdos del frente, pero sí de lo que pasó después… En su memoria de esos años destaca el regreso de Antonio, el hermano de su marido, al que muchos daban por muerto.
La directora y guionista sevillana Celia Rico había contado hasta ahora dos relatos actuales y originales de madre e hija en Viaje al cuarto de una madre (2018) y Los pequeños amores (2024). En su última película, ha elegido una novela breve y sutil de Rafael Chirbes publicada en 2002, y que recorre con especial sensibilidad un universo cercano a una de las obras maestras del cine español: El espíritu de la colmena, de Víctor Erice (1973).
Loreto Mauleón (Querer, Patria), una de las actrices españolas más prolíficas en la actualidad, diseña con medida y talento un personaje sensacional, que sirve de nexo y contrapunto de los otros tres, bordados en las interpretaciones de Enriq Auquer, Ana Rujas y Roger Casamajor. El desarrollo dramático, al igual que en la novela, es elíptico y sugerente, habitualmente más amargo incluso en el texto literario que en el guion.
La película muestra las heridas de cada personaje con un lenguaje metafórico muy anclado en detalles que marcaron la época en el ambiente rural: la obligada austeridad, el miedo a recordar el pasado para poder vivir el presente, el cine como principal instrumento de evasión… Tanto la directora y guionista como el autor de la novela original evitan ideologizar la historia, para dar una mayor amplitud y universalidad a la vida de unos personajes que se muestran milimétricamente en sus gestos, miradas y silencios. Tal y como cuenta Celia Rico, “buscamos narrar una contra-historia a través de lo más pequeño, que en realidad es lo más grande: la fortaleza de sustentar a la familia, no solo proporcionando comida, sino también aliviando las heridas profundas que dejó la guerra. Las divisiones y el sufrimiento no sólo persistieron entre bandos, sino dentro de los propios hogares y familias”.