Se trata de casi la misma historia contada de tres formas diferentes y cada una situada en una ciudad distinta: Nueva York, Berlín y Tokio; son, si se quiere, tres cortos. Tiene mucho de buscado ejercicio de estilo, de investigación antropológica o de ocurrencia artística. Sin embargo no sería justo decir que es sólo una interesante experimentación o juego de estilo. Hal Hartley lleva a cabo una conseguida obra de creación; tal vez en tono menor, pero no inferior a sus celebradas películas anteriores: La increíble verdad, Trust, Simple Men y Amateur.
Mantiene su personalidad, su agudeza inteligente, un humor que le permite hondura sin que parezca seriedad, y la ternura que se desprende del amor por sus jóvenes criaturas. No es tanto tratamiento de temas sino reacciones vitales humanas. Un donjuanesco joven blanco en Nueva York vive un flirt con una mujer casada; la violenta reacción del marido le lleva a asumir su responsabilidad y compromisos. El protagonista en Berlín de esta casi misma historia es un homosexual negro, con obligado final distinto… Y en Tokio es una alumna de una academia de teatro, cuya conclusión, como la de la primera historia, es positiva, moral, natural y artísticamente creíble.
Los diálogos son los mismos, y las situaciones, siempre limpias; y curiosos grupos humanos en no menos curiosos lugares, al modo del coro griego, comentan la acción, el problema, la posible solución que debería tomarse… Sorprende gratamente la pulcritud visual, el seguro ritmo, el cuidado y sentido de todos los detalles, la escenografía variada de estas tres pequeñas y frescas comedias humanas, que son más que comedias.
Pedro Antonio Urbina
