Unos inquilinos acaban de llegar a una inmensa mansión abandonada en la que conviven espíritus muy diferentes que solo coinciden en su deseo de echar a los vivos de la casa. Una vez más, los fantasmas protagonizan una comedia al estilo de Bitelchus (Tim Burton, 1988) o Lo que hacemos en las sombras (Taika Waititi, 2014). El director es el británico Tom Kingsley, que sorprendió a todos al ganar el BAFTA a la mejor comedia dos años consecutivos con la excelente Stath Lets Flats (2018-2019). Fantasmas no es tan ingeniosa, pero es una producción que genera complicidad y simpatía con personajes que evolucionan dramáticamente.
Entre los guionistas destaca el también actor de la serie Mathew Baynton, que construye el personaje más entrañable: el fantasma de un joven romántico de otra época persiguiendo un amor imposible. Le acompañan en el reparto un buen número de secundarios ingleses de prestigio como Charlotte Ritchie (¡Llama a la comadrona!), Simon Farnaby (Paddington) o Martha Howe-Douglas (Doctora Foster). El humor es amable y bastante elegante con algunas excepciones, con un ritmo bien logrado en cada capítulo. La trama se va complicando con imaginación sin dejar que el espectador se adelante a los giros.
Con esta serie (que ahora estrena en Movistar su tercera temporada), la ficción cómica británica se consolida en el panorama internacional con un estilo diferente, más basado en el diálogo y los personajes que en la mímica y los arquetipos. Un cambio importante en una industria televisiva que no deja de crecer mostrando su talento en registros muy variados.
