El viajante

Guion: Asghar Farhadi.
Intérpretes: Shahab Hosseini, Taraneh Alidoosti, Babak Karimi.
125 min.
Jóvenes-adultos.
(V)
Oscar a la película extranjera.

TÍTULO ORIGINAL Forushande (The Salesman)

DIRECCIÓN

GÉNEROS

No exenta de polémica, y con un éxito de taquilla abrumador en su país, esta película iraní se ha hecho con el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, arrebatándole con justicia el galardón a la indigesta Toni Erdmann, que se presentaba como favorita. El argumento, escrito por el propio director, Asghar Farhadi, nos cuenta la historia del matrimonio Etesami: Emad (Shahab Hosseini, premiado en el último festival de Cannes) y Rana (Taraneh Alidoosti), dos jóvenes actores que deben dejar su piso en el centro de Teherán a causa de unas obras que han dañado la estructura del edificio. Un amigo les busca un apartamento, pero un desagradable incidente, relacionado con la anterior inquilina, cambiará para siempre la vida de la pareja.

El director iraní Asghar Farhadi vuelve a la indagación de la que se ha vuelto un gran especialista: las relaciones matrimoniales. En la también oscarizada Nader y Simin radiografiaba las aristas dramáticas de un proceso de separación, y en El pasado se asomaba a los conflictos latentes tras un divorcio. En El viajante, el matrimonio protagonista se quiere y lleva bien, pero un suceso que irrumpe en su vida desde el exterior abre una imprevista brecha entre ellos. Lo que parece una mera anécdota argumental, a caballo entre el thriller y el drama, es en el fondo un retrato crítico de cierta mentalidad masculina de la sociedad iraní: una poco civilizada concepción del honor, el impulso de la venganza, un sentido muy machista de la humillación, una esclavitud al “qué dirán”… Emad representa, en definitiva, el valor de la tradición en Irán. Pero por otra parte, especialmente gracias al maravilloso personaje de Rana, también en ella se exaltan virtudes de la mujer, como la grandeza de corazón, la capacidad de perdón o la silenciosa abnegación.

Esta historia se entrelaza con Muerte de un viajante, la obra de Arthur Miller que el matrimonio Etesami interpreta por las noches en una sala teatral. Nuestros personajes van contaminando a los de Arthur Miller con sus estados emocionales, llevándolos incluso a separarse de los textos originales. Aunque la obra de Miller no parece asemejarse mucho a la historia de los Etesami, Farhadi reconoce algunos puntos comunes –Linda Loman se parece a Rana, en ambas fallece un vendedor– y sobre todo homenajea a la que fue su primera vocación, la teatral.

La puesta en escena recuerda mucho a los anteriores films de Farhadi, con una cámara neorrealista que sigue con discreción los avatares de los personajes, como un testigo neutral que no quiere influir enfáticamente en las emociones del espectador. Una película intensa a la vez que sobria, que se dirige a partes iguales a la razón y al corazón. Un Oscar merecido, a pesar de las probables razones políticas de su concesión.

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