El Cid

PRODUCCIÓN España - 2020

DURACIÓN Cinco capítulos de una hora aprox. min.

GÉNEROS,

PÚBLICOAdultos

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Violencia, Sexo

ESTRENO18/12/2020

PLATAFORMAS

Había máxima expectación por ver esta actualización de El Cid Campeador, uno de los héroes más épicos de la Edad Media. Con una producción extraordinaria se pretendía dotar a esta serie de la espectacularidad que exigía una historia de grandes batallas y gestas.

Sin embargo, hay que esperar hasta el penúltimo de los capítulos para ver una escena de más de 10 minutos con impresionantes planos generales, cientos de extras y efectos especiales. Hasta entonces, la serie carece de ellas, aunque es casi impecable en su vestuario, localizaciones, etc. Bien es verdad que los aficionados a la Historia descubrirán varios anacronismos, entre ellos el comentadísimo debate sobre la espada que porta el Cid en esta primera temporada.

El principal referente que teníamos de esta historia es la superproducción rodada íntegramente en España (1961) por un gigante del cine como Anthony Mann. Aunque la producción de Samuel Bronston era majestuosa para la época, es evidente que en 60 años había aspectos que se habían quedado anticuados en la edición y efectos de sonido e imagen.

La serie de Amazon avanza en esa línea, pero se queda retrasada en casi todo lo demás. No era fácil igualar la presencia de Charlton Heston y Sofia Loren, pero desde luego la elección de Jaime Lorente (La casa de papel, Élite) y Lucía Guerrero (Grupo 7, El Continental), no parece la más acertada. Les falta voz, envergadura física y talento para mostrar la monumental personalidad de estos dos gigantes de la épica.

No solo hay carencias en la interpretación, sino especialmente en el guion, que aburre en su insistencia en todos los clichés más tenebrosos de la Edad Media española. Este Cid se acerca así a La peste o Juego de tronos con una visión plana y primaria de los personajes, en los que no hay casi nada que admirar más allá de su resistencia física. No hay romance, solo pasiones brutales, y no hay gestas de donación por una bandera, unas tierras o una familia, porque la codicia y el odio impiden casi cualquier atisbo de esperanza y humanidad. Por otra parte, se echa de menos con mucha frecuencia el ingenio en los diálogos y la fuerza de las palabras de unos personajes marcados a fuego en la historia y la literatura. Escuchar la arenga antes de la gran batalla o los parlamentos entre reyes, príncipes y caudillos no produce ningún tipo de entusiasmo.

Tampoco la banda sonora del veterano argentino Gustavo Santaolalla (Diarios de motocicleta, Relatos salvajes) resulta la más adecuada para el relato. Es verdad que el músico intenta ofrecer una composición creativa, pero lo único que consigue es desconcertar y aumentar la distancia de la serie con el espectador. En definitiva, El Cid supone algunos avances con respecto a culebrones históricos españoles como Hispania o Águila Roja, pero se queda muy lejos de la excelencia de Isabel o Carlos Rey, Emperador.

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