En 1989, el asesinato de la joven Julie, residente en una desangelada localidad obrera inglesa, pone en pie de guerra a su madre, Ann Ming, que, desde el momento mismo en que acude a denunciar la desaparición de la chica, debe lidiar con la desidia –cuando no con la negligencia– de la policía, así como con las decisiones absurdas de los tribunales. Tiene ante sí, además, el grueso y alto muro de una ley de 800 años que dificulta que se haga realmente justicia, y se pone a la tarea de derribarlo.
Esta historia real es la que el cineasta noruego Erik Richter Strand –uno de los trece que dirigieron la premiada The Crown– condensa en una serie de cuatro capítulos, en los que hace un recorrido por los 17 años en que la señora Ming estuvo dando la batalla para que el sistema legal corrigiera un monumental despropósito. Diecisiete largos años en los que, sin abandonar su empleo como enfermera, tuvo que bregar para sacar adelante al hijo de Julie, insuflar fuerzas a su propio esposo, un veterano trabajador autónomo de origen inmigrante –por lo general, remiso a cuestionar la inoperancia de las instituciones en determinadas circunstancias–, y tocar todas, todas las puertas, sin que le importaran normas, protocolos o rangos.
La actriz Sheridan Smith, premiada por sus actuaciones en Mrs. Biggs (2013) y Cilla (2015), da vida a la protagonista en una muy creíble caracterización de una madre y abuela madura, enérgica. La Ann real estuvo cerca todo el tiempo de la filmación (como asesora), lo que supuso un reto para Smith. “Esas nueve semanas fueron lo más difícil que he hecho en mi vida –ha confesado–. Cuando hago ficción, puedo desconectar. Pero con una historia tan enorme, real y valiente, y con alguien que confía en ti, si no me permito sentir esa emoción pura, no le estoy haciendo justicia a Ann”.
Una historia enorme, sí, y también dura, muy dura, si bien llevada a la pantalla con una apropiada elipsis de sus detalles más escabrosos, y que logra atrapar rápidamente la atención del espectador y mantenerla a través de todo el hilo conductor –hay insertados algunos flashbacks de la vida familiar– hasta el punto final.