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Abel

TÍTULO ORIGINAL Abel

PRODUCCIÓN México - 2010

DURACIÓN 83 min.

DIRECCIÓN

GÉNEROS,

PÚBLICOJóvenes-adultos

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Sensualidad

ESTRENO01/10/2010

Abel tiene nueve años y un trastorno mental: no habla desde que su padre abandonó a la familia. Después de una temporada en un hospital psiquiátrico, Abel vuelve a casa con su madre y sus hermanos. A los pocos días, el niño comienza a hablar… y a comportarse como si fuera el padre de familia.

El actor mexicano Diego Luna se estrena en el cine de ficción (había rodado anteriormente un documental) con una propuesta tan arriesgada como interesante. El riesgo viene de mezclar continuamente géneros cinematográficos en una cinta que, sin dejar nunca de ser un cuento, comienza como un drama denso y casi insoportable, se transforma en una comedia ligera, gira a una aguda crítica social y remata como un melodrama clásico. No es fácil hilar tanto tono diferente en apenas 90 minutos y a más de un espectador le puede desconcertar algún quiebro: esta es de las películas que conviene ver estando antes advertido de su singularidad.

Al margen de la calidad cinematográfica, que la tiene, y de las maravillosas interpretaciones de los niños protagonistas, la película es interesantísima por la ingeniosa y original manera que Luna tiene de dar un certero y brutal golpe a una sociedad divorcista que, para maquillar los efectos de este drama, defiende que, para educar a los hijos, sobra el padre (o la madre).

Desde Kramer contra Kramer hemos visto cientos de películas que abordan las consecuencias del divorcio en los hijos: unas tratan el tema con frivolidad, otras con forma de drama emotivo, la mayoría alternando superficialidad con alguna lagrimilla. Luna se aleja de cualquier discurso y moralina para presentar la evidencia, simplemente con una historia y con un personaje: ese niño de nueve años que, de una manera casi instintiva, hace lo que nunca ha visto hacer a su padre.

En una historia tan extraña, tan de tesis, puede haber momentos -los hay- que chirríen y pasajes no del todo conseguidos. Pero son fallos menores en una casi ópera prima que no ha tenido miedo ni a arriesgar en la narración cinematográfica, ni a mantener un discurso políticamente incorrecto.

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