Una abadesa medieval conquista «fans» del siglo XX

publicado
DURACIÓN LECTURA: 4min.

Desde su monasterio a orillas del Rin, Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179) tuvo una vasta proyección sobre la Europa de su tiempo. Mística, poetisa, música, científica, consejera de prelados y emperadores, esta mujer extraordinaria siguió influyendo también después de su muerte en la espiritualidad católica a través de escritos muy difundidos. Menos previsible era que la figura de una monja medieval pudiera atraer a la gente del siglo XX. Sin embargo, el IX centenario de su nacimiento se ha convertido en un fenómeno popular en Alemania, con ecos en otros países.

La «fiebre» por Hildegarda está siendo oportunamente fomentada y explotada por distintas casas comerciales. La productora discográfica Angel Records -sello de EMI- ha vendido 300.000 ejemplares de un CD con varias piezas corales compuestas por la santa, cuidadosamente recuperadas. El éxito le ha movido a sacar otro disco de la misma autora. Como ha sucedido con el canto gregoriano, la música de Hildegarda es apreciada por un público numeroso que encuentra en ella serenidad para el espíritu. También la industria editorial ha hallado un filón en la abadesa de Bingen, de modo que se cuentan por centenares los títulos de ella o sobre ella expuestos en las librerías. Hasta las farmacias venden remedios inspirados en los estudios sobre hierbas medicinales debidos a Hildegarda. Y algunas marcas de vinos invocan en sus etiquetas a la polifacética monja, que también prestó alguna atención a la enología.

En este año del IX centenario, turistas de distintos países acuden en gran número a Bingen en busca de las huellas de Hildegarda. Los especialistas se reúnen en simposios sobre la figura y la obra de la santa. Fuera de Alemania, el centenario se celebra sobre todo en Estados Unidos, donde numerosas universidades católicas han organizado actos conmemorativos. Las iniciativas han ido multiplicándose a medida que se acerca el 17 de septiembre, fiesta litúrgica de Santa Hildegarda y aniversario de su muerte (no se conoce la fecha exacta de su nacimiento).

En esta ola de admiración, muchos encuentran en Hildegarda un emblema a su conveniencia. Representantes del feminismo la describen como una «rebelde» en una Iglesia dominada por los hombres y ven en sus obras un anticipo de la «teología feminista». La corriente New Age, fijándose en algunos aspectos de los escritos místicos de Hildegarda, también se arrima a la sombra de la abadesa.

Una personalidad influyente

Esas interpretaciones simplistas y anacrónicas surgen, en buena parte, por influencia de un estereotipo previo sobre la mujer medieval, considerada como totalmente sujeta al varón, sin acceso a la cultura y sin posibilidad de intervenir en los asuntos públicos. Hildegarda desmiente el tópico, pero no es un caso único, sino una entre abundantes personalidades femeninas de la Edad Media que tuvieron gran influencia en la política, la cultura o la Iglesia de su época. Basta recordar a mujeres como Dhuoda (siglo IX), autora del primer tratado francés sobre educación; reinas como Leonor de Aquitania, Clotilde o la emperatriz Inés, esposa de Enrique III; las religiosas Herrada de Landsberg o Santa Catalina de Siena; por no hablar de Santa Juana de Arco.

La benedictina Hildegarda desarrolló una actividad extraordinaria desde su clausura. Abadesa de Disibodenberg desde 1136, hacia 1147 fundó un monasterio en Bingen y más tarde otro en Eibingen, donde murió. Desde muy joven tuvo visiones sobrenaturales, que relató en tres libros. El primero de ellos, Scivias («Conoce los caminos [del Señor]»), es «una verdadera enciclopedia del saber sobre el mundo en el siglo XII», en palabras de la medievalista francesa Régine Pernoud, en La mujer en el tiempo de las catedrales. Scivias trata, junto a las experiencias místicas de la santa, de poesía, música y cuestiones teológicas entonces aún no resueltas.

Hildegarda escribió también obras de medicina e historia natural, y compuso al menos 74 piezas de música sacra. En sus libros se encuentran trazas de intuiciones científicas que no se pudieron comprobar hasta varios siglos más tarde, como la atracción entre las masas, la órbita terrestre alrededor del sol o la circulación sanguínea. Además, se conserva de ella abundante correspondencia con personajes tan ilustres como el Papa Eugenio III, dos emperadores alemanes -Conrado III y su sucesor Federico Barbarroja- o San Bernardo de Claraval, amén de numerosos obispos o prelados. Fue directora espiritual de monjes, de los que el más conocido es Guibert de Gembloux, su segundo secretario (pues ella no escribía de su propia mano, sino que dictaba sus obras en latín).

En fin, Santa Hildegarda no fue una mujer oprimida bajo la bota de la «sociedad patriarcal», lo que no hace de ella una feminista avant la lettre. Tampoco sus revelaciones místicas -declaradas auténticas por Eugenio III- autorizan a presentarla como precursora de la New Age: son, más bien, un hito en la literatura espiritual católica. La admiración que causa no puede basarse en el contraste con esa «oscuridad» medieval que sólo existe en el mito. «Hildegarda -explica Régine Pernoud- es afín a su tiempo, el de las simples maravillas del arte románico y del canto gregoriano».

Rafael Serrano

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.