En una tierra donde la Iglesia dio sus primeros pasos, los cristianos constituyen hoy una exigua minoría. La reciente vista del Papa Francisco ha revitalizado esta presencia y ha trazado nuevos puentes con la mayoría musulmana.

La reciente visita del Papa Francisco a Turquía ha revitalizado la presencia cristiana y ha trazado nuevos puentes con la mayoría musulmana. En una tierra donde la Iglesia dio sus primeros pasos, los cristianos constituyen una exigua pero activa minoría. Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 89/14 Cuenta san Lucas que fue en la provincia romana de Asia donde se les dio por primera vez el nombre de “cristianos” a los seguidores de Jesús. En el territorio de la actual República de Turquía menudean los vestigios de la tradición cristiana, lo mismo en las piedras de las siete iglesias mencionadas en el Apocalipsis, que en la casa donde halló cobijo María de Nazaret, a pocos kilómetros de Éfeso. Siguiendo la huella del apóstol Pablo, el Papa Francisco realizará una visita pastoral a Turquía entre el 28 y el 30 de noviembre. Los grupos musulmanes radicales son muy pequeños e insignificantes, y están bien controlados Escasos católicos en un país musulmán En Turquía, los cristianos no son más que unos 100.000, y los católicos, unos 53.000 en un océano de 76 millones de habitantes, mayormente musulmanes sunitas. Pero allí están, y se hacen sentir: cuentan con siete circunscripciones eclesiásticas, 54 parroquias, seis obispos y 58 sacerdotes, además de 54 religiosas y cuatro seminaristas, entre otros. El recuerdo de la figura de San Juan XXIII, patrón, junto a San Juan Crisóstomo, de la Iglesia local, estará presente en esos días. Entre 1935 y 1944, el entonces delegado apostólico en Turquía, Ángelo Roncalli, tendió puentes entre Roma, de una parte, y los cristianos ortodoxos y los musulmanes turcos, de otra, por lo que despertó la admiración y el respeto de las autoridades y el pueblo del país euroasiático. Después, al ser elegido para la sede de Pedro, acordó el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Turquía y el Estado vaticano. Un artículo del diario local Hurriyet Daily News sobre el que el llaman “el Papa turco”, recuerda que Roncalli, “con su carismática personalidad, estableció relaciones con representantes de los diferentes credos y actuó personalmente, con un ojo en la reconciliación y el entendimiento político, para contribuir al diálogo interreligioso y el abandono de los prejuicios”. La visita del Papa Francisco es la cuarta de un Pontífice romano a Turquía El problema de las propiedades Como en la mayoría de los sitios en que la Iglesia está presente, también en Turquía la acción social católica es visible en el servicio que prestan 23 centros educativos de diferentes niveles de enseñanza, así como seis centros de educación especial. En la red de los servicios de salud, la Iglesia tiene y dirige tres hospitales, dos ambulatorios y cinco residencias para ancianos y minusválidos. Sin embargo, este “tener” debe ir forzosamente entrecomillado, pues el Estado turco no le reconoce personalidad jurídica a la Iglesia, por lo que le es imposible mantener inmuebles en propiedad. De hecho, las autoridades han expoliado orfanatos y han demolido edificios parroquiales para construir hoteles. “Nuestro verdadero problema sigue siendo la propiedad del suelo –explicaba Mons. Louis Pelâtre, vicario apostólico de Estambul, en el Informe sobre Libertad Religiosa de 2012, de Ayuda a la Iglesia Necesitada–. No tenemos documentos de propiedad ni los hemos tenido nunca. (…) No se me reconoce como obispo, por lo que puedo abrir una cuenta bancaria a mi nombre, pero no a nombre de mi diócesis”. La Iglesia ortodoxa, la armenia y la comunidad judía, minorías reconocidas en el Tratado de Lausana de 1923, sí han recibido garantías del gobierno turco de que le serán devueltas las propiedades confiscadas en la década de 1920, en 1936 y 1960, lo que no ha sucedido con la Iglesia latina. En diálogo con Aceprensa, el vicario general de Estambul, fray Rubén Tierrablanca OFM, apunta que el beneficio que las Iglesias orientales podrán recibir en esta devolución de bienes tiene “muchos pliegues” que desdoblar, si bien “cuando un miembro se alegra, todos reciben beneficio. No podemos seguir con el espíritu de rivalidad: por qué ellos sí y nosotros no”. El Estado turco no reconoce personalidad jurídica a la Iglesia, por lo que le es imposible mantener inmuebles en propiedad “Cada edificio y propiedad de la Iglesia católica tiene una posición distinta de los demás casos —añade—. Si se justifica legalmente una propiedad, el gobierno turco la reconoce. O sea que estos casos, además de ser políticos, son también administrativos. Y en eso, aquí como en todas partes, hay que cumplir con los requerimientos legales”. “En cuanto al reconocimiento jurídico, es verdad que tenemos ciertas desventajas; a veces los problemas no son fáciles de resolver. Cada caso es diferente y cada uno debe encontrar su propia vía de reconocimiento, pero ese aspecto no es nuestra mayor preocupación, sino el vivir como auténticos cristianos en este país de mayoría musulmana”. El islam va copando espacios La visita del Papa Francisco, la cuarta de un Pontífice romano a Turquía —le antecedieron Pablo VI (1967), Juan Pablo II (1979) y Benedicto XVI (2006)—, acontece en un momento de especial tensión en Medio Oriente, pues el avance del terrorista Estado Islámico (EI) en Siria e Iraq ha provocado la huida de grandes masas de población musulmana y cristiana hacia países vecinos. Tradicionalmente, la convivencia entre cristianos y musulmanes en el país euroasiático ha sido pacífica, si bien se han sucedido repudiables episodios de violencia anticristiana, como el asesinato del sacerdote Andrea Santoro en 2007, al que siguió en 2010 el del obispo Mons. Luigi Padovese, quien ya había alertado sobre la amenaza del fundamentalismo islámico. “En Turquía se puede convivir sin problemas —nos asegura Fray Rubén Tierrablanca—; los grupos musulmanes radicales son muy pequeños e insignificantes, y están bien controlados. La gran mayoría son gente respetuosa, y nosotros también los respetamos”. El nuevo contexto, sin embargo, parece revelar ciertas señales de radicalización, máxime cuando se conocen informaciones sobre el solapado apoyo de Ankara al avance del EI y sobre el interés que ha despertado en Turquía la idea del “califato” proclamado por ese grupo. Los católicos suman unos 53.000 fieles en un océano de 76 millones de habitantes, mayormente musulmanes Además, la consolidación en el poder del pro-islámico Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), al frente del país desde 2002, se ha visto acompañada de signos como la decisión gubernamental de levantar la prohibición de llevar el velo en los centros educativos, además de la apertura de decenas y decenas de nuevas escuelas islámicas, la inauguración de más lugares de oración —se coquetea con la idea de convertir en mezquita el Museo de Santa Sofía de Estambul, mientras que la iglesia de Iznik (Nicea, sede del concilio del año 325) se mantiene como sitio de culto musulmán—, y la aplicación de mayores restricciones a la venta y consumo de alcohol, que no se puede comercializar a menos de cien metros de una mezquita, pero es casi imposible estar en un sitio donde no haya alguna. En un país que veló celosamente durante décadas por el carácter laico del Estado, tales decisiones hacen notar cierto golpe de timón. Pedro visita a Andrés El abrazo fraternal entre el Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico de la Iglesia Ortodoxa, Bartolomé I, en el Santo Sepulcro de Jerusalén, en mayo pasado, se ha reeditado en Estambul. De modo algo parecido a como ocurre con la Iglesia latina, la Iglesia ortodoxa griega, con unos 4.000 fieles en el país euroasiático, no lo ha tenido fácil históricamente en su relación con las autoridades turcas. El anunciado —e incompleto— gesto de la devolución de las propiedades confiscadas por la República, y la invitación a que Bartolomeo I presentara sus puntos de vista y sus demandas ante la comisión parlamentaria encargada de elaborar una nueva Constitución, fueron vistos como progresos en esa relación. Sin embargo, Ankara insiste en desconocerle el carácter ecuménico a su Patriarcado, y no le ha devuelto a la Iglesia el seminario Halki, de Estambul, cerrado en 1971, lo que obliga a los futuros sacerdotes a marcharse a estudiar en el extranjero. La visita de una figura de la talla moral de Francisco es, en este contexto de contrariedades “de baja intensidad”, todo un espaldarazo “de Pedro a Andrés”, además de una evidencia de la firme voluntad de superar añejas e improductivas divisiones. Una buena disposición que se extiende a otros. “Las relaciones ecuménicas entre las Iglesias se pueden calificar de muy favorables para todos —refiere el Vicario Fray Rubén Tierrablanca—; no quiere decir que sean óptimas, pero en Turquía, y concretamente en Estambul, los católicos nos podemos relacionar con mucha confianza y amistad con las Iglesias ortodoxas y con las Iglesias protestantes. Un signo claro y clave es que, desde hace varios lustros, cada año se realiza una peregrinación ecuménica durante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos —en 2015 la tendremos del 17 al 24 de enero—, en la que se recorren comunidades de los griegos ortodoxos, de los armenios apostólicos (llamados gregorianos), de los sirios ortodoxos, de los protestantes de diferentes denominaciones, y de nosotros los católicos. También la presencia de las diferentes iglesias en los momentos importantes de cada comunidad es un hecho común entre nosotros”. Es ese el tipo de acciones concretas que el Papa aplaude y anima. Con seguridad, su presencia itinerante en una tierra que fue testigo de los primeros pasos de la Iglesia de Jesús, persuadirá a más de un cristiano local de que el deseo divino de “que todos sean uno, para que el mundo crea” es, más que un mandato, una bendición invalorable.

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