Iglesia y medios: ni condenas ni ilusiones

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La experiencia de la prensa norteamericana
Es evidente que la Iglesia no puede desdeñar los medios de comunicación para transmitir su mensaje. Pero ¿hasta qué punto es realista pensar que los medios pueden ser vehículo de la evangelización? ¿No resultan muchas veces más bien un obstáculo? Esto es lo que intenta responder Russell Shaw, periodista, ex portavoz de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, en un ensayo (1) recientemente publicado por la Facultad de Comunicación Institucional de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma), del que resumimos una parte.

No es tan fácil «usar» los medios para la evangelización como podrían hacer suponer las exhortaciones a hacerlo. Una razón es que la gente de los medios no pueden considerarse como portadores de intereses externos hacia los que, como máximo, tienen solo una limitada simpatía. (…) Por supuesto, es cierto que, una vez y otra, los medios seculares no solo son portadores de mensajes de grupos que consideran ideológicamente afines, sino que incluso se esfuerzan por presentarlos bajo una luz favorable. El feminismo y los grupos de defensa de los derechos de los homosexuales son ejemplos de ello. No hace falta decir que la Iglesia católica no recibe este trato de favor.

A pesar de ello, los periodistas encuentran altamente ofensiva la sugerencia de que son hostiles al catolicismo. Es más, están convencidos de que, como profesionales, sus personales convicciones -hacia la Iglesia católica o hacia cualquier otra cosa- no influyen en su modo de informar.

Las tendencias de un cuarto de siglo

Hace pocos años, la Liga Católica para los Derechos Religiosos y Civiles, un grupo anti-difamación nacional con sede en Nueva York, y los Caballeros de Colón, una asociación internacional de seglares católicos, promovieron un proyecto que intentó encontrar una respuesta. El estudio fue realizado por el Center for Media and Public Affairs de Washington, una institución privada apolítica especializada en la investigación de cómo los medios tratan temas concretos. Su director fue el doctor S. Robert Lichter, judío, que ha dado clase en diversas instituciones universitarias y tiene numerosas publicaciones.

Se examinaron cuatro medios informativos de elite: The New York Times, The Washington Post, Time y el informativo de la noche de la CBS. El análisis abarcó informaciones y temas editoriales, columnas firmadas y artículos editoriales y de opinión, y se dejaron fuera las cartas de los lectores y las viñetas. Se estudiaron tres bloques de cinco años cada uno: de 1964 a 1968, de 1974 a 1978 y de 1984 a 1988. Concentrarse en estos períodos tenía dos grandes ventajas. En primer lugar, se cubrían los años finales del Concilio Vaticano II (1962-65), junto con dos grandes segmentos de los años del posconcilio. Segundo, la amplitud -veinticuatro años desde el principio al final- hacen posible observar las tendencias durante casi un cuarto de siglo.

El estudio se publicó en marzo de 1991 en una monografía de 93 páginas con el título Media Coverage of the Catholic Church. El estudio no respaldó la idea de que, entre 1964 y 1988, un abierto anticatolicismo fuera rampante en The New York Times, The Washington Post, la revista Time y la CBS. Tampoco apoyó la idea de que no había ningún tipo de problemas. Demos un vistazo a los «executive summaries»:

«En muchas controversias que implican a las enseñanzas de la Iglesia, esta aparece como la parte perdedora del debate recogido por los medios. Aunque el punto de ruptura de la opinión puede variar de un tema a otro, las fuentes que apoyan a la Iglesia están en minoría dentro del amplio margen de debates sobre cuestiones de moral sexual y la autoridad de la Iglesia, que predominan en la cobertura. Estas incluían fuertes controversias sobre el control de la natalidad, el celibato eclesiástico, el papel de la mujer y las minorías en la Iglesia, su respuesta a los disidentes internos y cuestiones relativas a la libertad de expresión.

Jerarquía frente a reformadores

«La principal excepción a este patrón son los esfuerzos ecuménicos, apoyados por todas las personas de buena voluntad y que los medios trataban con benevolencia. Pero incluso en este aspecto, la opinión está dividida sobre si la Iglesia es una ayuda o más bien un obstáculo a los esfuerzos para promover la unidad interreligiosa. Del mismo modo, la opinión está dividida sobre la implicación de la Iglesia en cuestiones políticas. Gran parte de los elogios se refieren a los pronunciamientos de la Iglesia para condenar la guerra. En temas internos sobre las relaciones Iglesia-Estado, muchas fuentes se oponen a las posturas o actividades de la Iglesia.

«Las cuestiones controvertidas se presentan frecuentemente como conflictos entre la jerarquía de la Iglesia, por un lado, y el clero corriente, los laicos y los no católicos por otro. Los periodistas abordan con frecuencia estos temas desde un punto de vista secular, estructurando su cobertura de los asuntos teológicos con el conocido esquema del reportaje político.

«El resultado es un media drama de larga duración, que enfrenta a una jerarquía chapada a la antigua con los reformadores del interior y del exterior de la Iglesia. Este retrato se refuerza por medio del lenguaje usado para describir la Iglesia en los relatos de los medios. Los términos descriptivos usados con mayor frecuencia en relación con la Iglesia subrayan su teología conservadora, formas de control autoritarias y un enfoque anacrónico de la sociedad actual.

«Por último, los periodistas se dedican más a narrar historias que a recopilar hechos. Y las historias que relatan sobre la Iglesia católica se apoyan tanto en aspectos políticos como en la religión para conseguir un efecto dramático. Cada vez más, los argumentos de las noticias giran en torno a una autoridad sometida a asedio que lucha por imponer sus tradiciones y decretos a una base reacia».

Sobre estas afirmaciones, algunos pueden decir que este tipo de reportajes respondía simplemente a cómo estaban las cosas en la Iglesia católica entre 1964 y 1988. Pero si esta es la realidad, los medios tenían razón al contarla así, y los que los critican simplemente echan la culpa al mensajero. Alguien puede también decir -y yo lo hago- que, en gran medida, este modo de cubrir la información tenía el carácter de una profecía que incluye su autocumplimiento. Cuanto más repiten la historia los medios, su relato modela más la realidad.

Las creencias religiosas de los informadores

Incluso cuando los especialistas en información religiosa son creyentes, he encontrado, durante mis años de estrecha relación profesional con ellos -desde finales de la década de los sesenta hasta finales de los ochenta-, muchas actitudes hacia el catolicismo que van desde ambivalencia hasta la sospecha y la hostilidad declarada. En pocas palabras, personas con un cierto background religioso podían tener convicciones religiosas personales mientras, al mismo tiempo, sentían antipatía hacia la Iglesia católica (2).

Pienso en la jefa de religión de uno de los diarios líderes del país, que era una ardiente feminista, claramente en conflicto con la Iglesia en relación con los temas del feminismo. Esta periodista era también amiga de uno de los teólogos católicos disidentes, y propensa a tratarlo bien en sus páginas. Pienso en el jefe de religión de un diario del Midwest de amplia difusión, un ex sacerdote que cada vez que escribía un artículo parecía desahogar su resentimiento personal hacia la autoridad de la Iglesia. Pienso en el pastor episcopaliano, informador de cuestiones religiosas para un diario de la costa oeste, cuyo profundo y celoso apoyo hacia el aborto coloreaba mucho de lo que escribía sobre el catolicismo. Pienso en otros periodistas religiosos de esos años, católicos o no católicos, cuyas actitudes personales hacia la Iglesia sesgaban sus informaciones.

Pero incluso si es así, la religiosidad de los informadores religiosos no es una cuestión muy importante, ya que a menudo no son los que cubren las informaciones que tienen mucho que ver con la Iglesia.

En manos de generalistas

Para las perspectivas de la evangelización, mucho más importante que la cobertura habitual de la política eclesiástica es cómo cubren los medios los grandes temas de actualidad en los que la religión está en juego. Un ejemplo es la homosexualidad. En los Estados Unidos, las personas «políticamente correctas» de los medios seculares dan por supuesto que los derechos de los gays merecen ser apoyados. Allí donde los homosexuales están implicados, los medios aplican su propia versión de la discriminación positiva. Esto es cierto no solo en los medios de entretenimiento -cine y TV-, sino también en las empresas informativas. En muchos lugares, periodistas gays ayudan a definir la cultura de las redacciones y tienen una considerable influencia en ellas. Y hace falta mucha credulidad para pensar que cuando Arthur O. Sulzberger, Jr., presidente del New York Times, recibe a la National Lesbian and Gay Journalist Association, no se está enviando un mensaje a los periodistas y editores del Times, suponiendo que ellos necesitasen algún tipo de mensaje en este sentido.

El hecho de que informaciones relevantes para la Iglesia sean cubiertas con frecuencia por personas que no son especialistas en información religiosa, puede tener consecuencias prácticas importantes. Sobre cuestiones que afectan a temas complicados y altamente sensibles, a menudo el encargado de la oficina de comunicación de la Iglesia debe relacionarse no con un periodista de información religiosa, sino con un generalista, o con un especialista en otro campo, cuyo conocimiento del catolicismo puede ser una mezcla de información, desinformación y prejuicios.

Los temas religiosos en la televisión

Como portavoz de la Conferencia Episcopal temía la llegada de las cámaras de TV a un acontecimiento del que yo era el responsable, puesto que los periodistas de TV rara vez conocían algo sobre el catolicismo o, en concreto, sobre el acontecimiento que tenían que cubrir. En la reunión de la Conferencia Episcopal, la gente de la TV aparecía a menudo en la conferencia de prensa -casi siempre en la última conferencia de prensa de la semana-, para hacer preguntas en directo que no tenían nada que ver con lo que se había tratado en la reunión. Después, los periodistas pontificaban ante las cámaras sobre el significado de todo aquello.

Durante la década de los cincuenta y hasta los años setenta, había bastantes emisiones de información religiosa en las cadenas de TV. CBS y ABC tenían programas fijos, y la NBC hacía todas las semanas uno de una hora sobre religión. Las cadenas financiaban en gran parte el coste de estos programas, coproduciéndolos con la Iglesia católica y otras organizaciones religiosas. Pero esto no lo hacían por pura generosidad. Las leyes del gobierno exigían a las TV locales que, para renovarles la concesión, incluyeran programas de utilidad pública, y los programas religiosos eran parte de estas emisiones. Las cadenas proporcionaban los programas para evitar a las emisoras locales el coste de la producción.

La desregulación de los medios audiovisuales en los años ochenta fue el certificado de defunción de este cómodo sistema. Este es otro ejemplo de cómo, en último término, el dinero decide lo que se emite por la televisión. Los propietarios de las emisoras descubrieron que no tenían que dar tiempo gratis a los programas religiosos, y que podían vender ese tiempo a los anunciantes, mientras que los anunciantes, naturalmente, prefieren patrocinar programas con audiencias más amplias que las de los programas religiosos. En consecuencia, las cadenas dejaron de producir sus programas religiosos. Hoy en día, aunque aparecen temas religiosos en algunos programas de entretenimiento y de vez en cuando en los informativos, es difícil encontrar cualquier tipo de programa religioso en la ABC, CBS, NBC o Fox. En televisión, la religión es relegada a primera hora de la mañana del domingo, cuando la audiencia es muy pequeña y los anunciantes no tienen interés en hacer publicidad.

La explosión de la TV por cable

Al mismo tiempo, la explosión de la TV por cable ha sido testigo del nacimiento de varios canales religiosos. Entre ellos están el Eternal Word Television Network, dirigido por una enérgica religiosa, la Madre Angélica. EWTN da una visión fuertemente tradicionalista de la Iglesia y cuenta con una audiencia muy fiel, aunque tiene que luchar constantemente para estar presente en televisiones por cable locales y en muchos sitios no se puede recibir. Otro canal es el Odyssey Cable Network, que tiene un trasfondo interreligioso, pero con una fuerte presencia católica. El hecho de que en estos momentos los programas religiosos se encuentren sobre todo en la TV por cable produce el efecto de «guetizar» la religión. Pero esta es la característica del cable, y al menos así los programas llegan a los que están interesados.

La cobertura de la religión es, en términos generales, deplorable, tanto en la TV generalista como por cable. Algunas veces las cadenas dan una amplia cobertura de acontecimientos como viajes papales y la Misa de Nochebuena, y entonces la inmediatez y el impacto visual de la TV produce su magia especial. Pero incluso entonces hay problemas. Las cadenas tienen también un largo historial de usar disidentes católicos como comentaristas de visitas papales y otros acontecimientos de la vida de la Iglesia.

Además, en estos días la televisión secular en los Estados Unidos a menudo parece manifestar un especial prejuicio contra los valores morales y creencias defendidas por la Iglesia católica y otros grupos religiosos. El bajo tono moral de la programación de entretenimiento, con su fuerte énfasis en el sexo y la violencia, es bien conocido. Mirando la programación de la temporada 1997-98, un veterano crítico de los medios comentó: «La gente se quejaba de que la televisión estaba dirigida a personas con la mentalidad de un chiquillo de 12 años. Ahora parece dirigida a las hormonas de uno de 14».

Los medios y el Papa

La cobertura de la actividad de Juan Pablo II por parte de los medios norteamericanos fue analizada por David Shaw en cuatro largos artículos aparecidos en Los Angeles Times (16, 17, 18 y 19 de abril de 1995). Shaw, ganador del Premio Pulitzer de periodismo, es especialista en análisis de los medios. Su conclusión fue que, con algunas excepciones, los medios norteamericanos no han hecho una buena cobertura de la actividad del Papa.

«Los buenos periodistas -afirma David Shaw- intentan que sus puntos de vista personales no influyan en sus informaciones; en general, la mayoría lo consigue. Pero la cultura liberal-progresista en muchas redacciones de las grandes ciudades, combinada con el innato sentido de la sospecha de muchos periodistas hacia el poder y la autoridad, puede, aunque solo sea de modo subconsciente, afectar a lo que escriben.

«Por supuesto que los grandes temas es mejor dejarlos a los historiadores y filósofos. Los periodistas tienden a pensar en minutos y horas; tienen una hora de cierre hoy y otra hora de cierre -y otra historia que contar- mañana. Al margen del trabajo, a muchos periodistas, como a mucha gente, les preocupan sus vidas, y las vidas de sus mujeres y de sus hijos, y quizá las de sus nietos. Pero el Papa, profundamente preocupado con el bienestar de otros, piensa como célibe; sus horizontes son más amplios, menos personales. Este Papa, en especial, parece pensar en siglos, en milenios.

«No es sorprendente que un hombre así parezca convencido de que, si persevera, al final prevalecerá su criterio en cuestiones en las que otros insisten en que hay que llegar a un compromiso porque, de lo contrario, la Iglesia se dividirá. No debe sorprender que muchos periodistas no sepan ver esta dimensión del papado en su prisa por usar términos políticos y modelos para describir al Papa; al fin y al cabo, están acostumbrados a cubrir la actividad de los políticos, cuyo arte básico es el del compromiso, y cuyo éxito depende de la popularidad».

Lo que se puede esperar

Aplicando todo lo dicho al tema de la evangelización, concluiría con las siguientes observaciones.

En primer lugar, en muchas circunstancias, si no en la mayoría, sería falta de realismo pensar que se pueden usar los medios seculares para la evangelización directa. A menudo, de hecho, los medios son un obstáculo para evangelizar, y esto tiene que ser tenido en cuenta.

Por otro lado, cuando hay que usar los medios para la evangelización, la Iglesia tiene que depender en gran parte de los suyos. Pero los medios de la Iglesia tienen la limitación de que solo llegan a católicos practicantes, cuando lo que pretende la evangelización es llegar a los que no lo son. Por esto, el papel de los medios católicos es sobre todo el de motivar y educar a los potenciales evangelizadores, más que comunicar directamente con los que la Iglesia quiere evangelizar.

Por otra parte, aunque haya que mantenerse alerta hacia todas las posibilidades de evangelizar a través de los medios de comunicación, el énfasis de la evangelización debe ponerse en los medios tradicionales, en el testimonio personal y corporativo del Evangelio y en el contacto personal. No se trata de disminuir la importancia de los medios, que es mucha; se trata de ser realistas acerca de lo que se puede esperar y de lo que no se puede esperar de los medios (3).

_________________________(1) Russell Shaw, Thomas L. Mammoser, Francis J. Maniscalco. Dealing with Media for the Church. Pontifical University of the Holy Cross. School of Institutional Communication. Roma (1999). 116 págs.(2) Sobre este asunto ver también el servicio 9/98: «Los informadores norteamericanos y su religión».(3) Ver también el servicio 65/97: «La noticia religiosa entre la información-mercancía».

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