Este retrato gélido sobre la corrupción del sistema democrático a manos de los “lobbies” rebate la idealización de la política de algunas series americanas.
En los años de la Gran Depresión, Michael Sullivan es un asesino a sueldo que profesa una lealtad inquebrantable a su jefe y, al mismo tiempo, un buen padre de familia. Un día, su hijo de doce años decide seguir le para ver en qué consiste su trabajo.