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Orgullo de polígamo

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El próximo abril se celebran en Sudáfrica elecciones presidenciales, en las que es favorito Jacob Zuma, líder del partido gobernante, el African National Congress (ANC). Pero antes Zuma, de 65 años, tendrá que hacer una elección privada, con repercusiones públicas: ¿quién será la primera dama? Porque, como en los comicios presidenciales, hay varias candidatas.

Zuma, polígamo declarado, está a punto de añadir una tercera esposa a su familia. Según informaciones de la prensa local, ya habría entregado el “lobolo”, el tradicional pago en dinero o ganado que el novio debe hacer a la familia de la novia. Se trata de Thobeka Mabhija, de 34 años, mujer bien conocida en la vida social de Durban, con la que ha tenido ya dos hijos.

Esta será la quinta boda de Zuma, aunque solo le quedan tres esposas, ya que una se suicidó y de otra -la ministra de Exteriores Nkosazana Dlamini- se divorció. En total, Zuma acumula unos 17 ó 18 hijos (las fuentes no se ponen de acuerdo). Un auténtico “padre de la patria”, por méritos tanto políticos como familiares.

La Constitución sudafricana admite elegir el régimen de poligamia en el momento del matrimonio. Es una situación rara en las zonas urbanas, y practicada principalmente en las rurales. Pero entre los zulúes ilustres -Zuma lo es- es costumbre tener más de una mujer. También hace falta que puedan permitírselo, y hay quien dice que la necesidad de mantener una familia tan numerosa ha obligado a Zuma a hacer negocios poco claros, por los que se ha visto envuelto en una investigación por corrupción.

La posibilidad de tener un presidente polígamo ha despertado polémica más allá de los ecos de sociedad. ¿Qué ejemplo transmite a los ciudadanos? ¿Perjudicará la imagen del país en el exterior? ¿Es compatible con la igualdad entre hombre y mujer?

Unos dicen que la poligamia de Zuma es un signo de su atraso cultural, que le descalificaría para ser presidente. Otros replican que Sudáfrica es un país democrático con diferentes culturas y Zuma tiene derecho a seguir sus propios valores culturales. ¿Por qué la unión polígama tiene que ser un modelo familiar peor que el monógamo?

Los responsables del ANC, que han manejado la noticia con cierto embarazo, han explicado finalmente que “no hay nada de malo en el deseo de Zuma de contraer un nuevo matrimonio de acuerdo con las costumbres africanas y la práctica tradicional”. Y hay que reconocer que la poligamia ha sido bastante tradicional en esas tierras. Desde luego, más tradicional que el matrimonio gay que el Tribunal Constitucional de Sudáfrica reconoció en una sentencia de 2005. Si el género no importa en el matrimonio, ¿por qué hacer cuestión del número?

Cabría esperar que el presidente del país más avanzado de África tuviera una familia más acorde con los tiempos modernos. Pero Zuma ha afirmado siempre sin complejos su orgullo de polígamo: “Hay muchos políticos con amantes e hijos -dijo alguna vez- que los esconden para aparentar que son monógamos. Yo prefiero ser sincero. Amo a mis mujeres y estoy orgulloso de mis hijos”.

Si Zuma logra hacer la elección de first lady sin alterar la paz familiar, será un signo de su capacidad de negociación política.

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