La idea de que los hombres, puestos en la tesitura de ser padres, prefieren que su pareja dé a luz un hijo varón ha sido tradicionalmente (casi) una afirmación sin discusión posible. “Bien guiado”, un niño puede ser visto como una oportunidad de desquite con la vida –“que sea el futbolista que yo no pude ser”–, o como el modo de que el apellido paterno trascienda y no se pierda la estirpe, o como la manera –en algunas culturas– de asegurarse compañía en la vejez, porque una hija casada se ocupará de sus suegros.
La realidad, sin embargo, es más rica. En una encuesta realizada por una investigadora de la Clark University, en 2009, a unas cien parejas interesadas en adoptar, los hombres heterosexuales –y también las mujeres, con independencia…
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