Cruzadas selectivas

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Contrapunto

El empeño por equiparar al matrimonio las uniones de hecho está llevando a tratarlas como meras «opciones», entre las que sería injusto discriminar. Sin embargo, al menos un tipo de unión acaba de ser condenada en Estados Unidos: la poligamia. Un jurado ha declarado culpable a Tom Green, de 52 años, un mormón residente en el Estado de Utah, por tener cinco esposas, que le han dado 29 hijos.

De nada le ha valido apelar a sus creencias. Los mormones eran polígamos cuando se establecieron en Utah a mitad del siglo XIX, aunque hace más de un siglo su Iglesia renunció oficialmente a la poligamia. Se dice que todavía varios miles la practican, aunque de un modo más discreto que Tom Green, que había decidido «salir del armario» y aparecía en las cadenas de TV orgulloso de su estilo de vida.

Si otros defienden que para que haya matrimonio el género ya no importa, Tom Green mantiene que tampoco hay que limitar el número. Y se ve que tiene facultades. Si otros encuentran difícil llevarse bien con una, Tom cuenta con el apoyo de todas sus esposas, que tienen entre 24 y 31 años. Con lágrimas en los ojos, una de ellas ha declarado: «Soy una esposa satisfecha, y no me iré». Y, ciertamente, si todo se mide bajo el patrón de «si se quieren, ¿por qué no?», si el Derecho no debe inmiscuirse en las preferencias sexuales, ¿por qué condenar la poligamia, que en algunas tierras es bastante tradicional? Cuando el Derecho equipara el matrimonio y las uniones de hecho, lo lógico es reconocer todas las que de hecho se dan.

Lo que pasa es que el elogio de la diversidad tropieza a veces con la obstinación de otros en elegir cosas que nos molestan. En esta línea, el escritor Salman Rushdie considera que el aborto selectivo de fetos de sexo femenino es «la vergüenza de la India», según explica en un artículo (El Mundo, 5-V-01). Pero él mismo reconoce que este es «un problema de difícil solución para los defensores del derecho al aborto, grupo al que siempre he pertenecido».

Sí, con la lógica del derecho al aborto poco se puede hacer en este caso. Si el niño/a puede ser eliminado por cualquier motivo (económico, social, psicológico,…) que le haga indeseable para la madre, ¿por qué no por razón del sexo? Las mujeres indias, al igual que sus maridos, prefieren hijos varones, a los que no hay que dar una dote, entre otras cosas.

A Salman Rusdhie le gustaría que las mujeres indias ejercieran el derecho al aborto con criterios más feministas, con los que él simpatiza. Pero ahora, de repente, «la interrupción del embarazo por las razones más reprensibles se ha convertido en una práctica aceptable para muchos indios». Como suele decirse, el aborto ha entrado en las costumbres, pero la India moderna no ha logrado vencer siglos de prejuicios contra las niñas.

El prejuicio tradicional se ve auxiliado ahora por la tecnología moderna: cada vez son más frecuentes las ecografías para determinar el sexo del feto, aunque el gobierno prohibió este diagnóstico en 1994 para luchar contra el aborto selectivo. Pero, a falta de un cambio de mentalidad, no hay que cruzarse de brazos, dice Rusdhie: «El gobierno puede y debe actuar contra las clínicas equipadas de sistemas de ultrasonidos que permiten a la gente desobedecer las leyes». Así que, después de haber luchado tanto contra el aborto clandestino, acabamos en la ecografía clandestina. Es más, Rusdhie propone que se den ayudas sociales a las familias con varias hijas, que se pongan cargas fiscales a las que sólo tengan niños, y que políticos, educadores, activistas y periodistas luchen contra la vergüenza del aborto selectivo. Si esto no es una «cruzada antiabortista» se le parece mucho. Pero sería más convincente si no fuera tan selectiva, y abarcara a los dos sexos.

Ignacio Aréchaga

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