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Iniciativas para aumentar la capacidad de elección

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Estados Unidos no es uno de los países con mayor porcentaje de alumnos que estudian en colegios privados o concertados (en Europa hay otros con una proporción muy superior, como España, Suecia o Reino Unido), pero sí es de los que más ha experimentado con distintas fórmulas que dan a los padres más capacidad de elegir colegio para sus hijos.

Las alternativas a la educación “zonificada”, en la que al alumno se le asigna la escuela pública que le corresponde por su lugar de residencia, son allí muy variadas: las charter schools, de gestión privada pero titularidad y financiación pública, algo así como las concertadas en España; los sistemas de cheques, por los que se da a la familia una cantidad con la que pagar un colegio privado de su elección; los programas de deducciones fiscales a las donaciones para becas (“Scholarship tax credit programs”, STCP); los “Controlled Choice Programs”, por los que se asigna escuela a cada estudiante teniendo en cuenta las preferencias expresadas por los padres, además del equilibrio entre etnias y clases sociales en el alumnado; o las “Education Savings Accounts” (ESA), una fórmula parecida a los cheques pero en la que el dinero aportado por el estado puede emplearse no solo en la matrícula, sino también para otros fines, como clases de refuerzo o material didáctico.

En general, las evaluaciones hechas sobre programas que aumentan la libertad de elección han mostrado resultados positivos, aunque con algunas limitaciones

El objetivo común de estas iniciativas es dar facilidades a las familias para elegir el mejor colegio para sus hijos, algo especialmente importante para aquellas que viven en barrios con una alta concentración de pobreza y/o criminalidad, para quienes el sistema de zonificación frecuentemente funciona como una cárcel que aísla a sus hijos en los peores centros.

Por eso, la gran mayoría de estos programas están limitados a colectivos desaventajados. Por ejemplo, muchos de los sistemas de cheques solo se ofrecen a personas de bajos ingresos, de minorías étnicas, o a alumnos de colegios públicos con un historial de bajo rendimiento educativo. También hay iniciativas especialmente dirigidas a estudiantes con necesidades educativas especiales.

La fórmula más popular

Con diferencia, el programa más extendido de todos los anteriores son las charter schools, que matriculan a más de dos millones de estudiantes en todo el país, el 5% del total. Aunque existen desde hace más de veinte años, su popularidad se ha incrementado mucho últimamente: desde comienzos de siglo su alumnado se ha multiplicado por cinco.

La mayoría de estudios sobre su influencia en el rendimiento académico de los estudiantes señala un efecto beneficioso, algo especialmente significativo teniendo en cuenta que atienden a un segmento de la población más pobre y con mayor presencia de minorías étnicas que los colegios públicos.

Las charter schools, a pesar que de suscitan algo de reticencia en los principales sindicatos de profesores y un sector del partido demócrata, han ido generando con los años un importante consenso político y social. Al fin y al cabo, representa un enfoque similar al de muchos otros países, que también cuentan con un sistema de escuelas de gestión privada y financiación pública.

La capacidad de elegir es especialmente importante para familias que viven en barrios con malos colegios

Más controvertidos son los programas que incluyen a las escuelas privadas, ya sea a través de cheque o de beneficios fiscales. En Europa, solo Suecia ha implementado un sistema de este tipo (cheques), y los resultados no han sido especialmente prometedores, más por los efectos en la segregación socioeconómica (concentración de ricos y pobres en colegios separados) que por los resultados académicos.

En Estados Unidos, casi todas las evaluaciones que se han realizado han mostrado resultados positivos. Como documenta el School Choice Demonstration Project, un equipo de investigación de la Universidad de Arkansas sobre la libertad de elección que ha estudiado algunos de los programas con mayor impacto, el del Distrito de Columbia ha conseguido reducir el fracaso escolar y aumentar la tasa de matriculación universitaria entre los beneficiarios. Lo mismo ha ocurrido en Milwaukee, que cuenta con el sistema de cheques escolares más antiguo del país, y donde se calcula que las arcas públicas se están ahorrando cerca de 500 millones de dólares al año, ya que la cuantía de la ayuda es inferior a lo que se invierte por estudiante en un centro público.

La necesidad de informar

De todas formas, un estudio reciente sobre la influencia de los cheques escolares en Luisiana, que arrojaba datos negativos, ha vuelto a encender la polémica sobre este tipo de iniciativas. Más allá de las críticas o defensas a ultranza de algunos comentaristas, otros más moderados han señalado que el informe, que no invalida las conclusiones mayoritariamente favorables de la investigación anterior, sí muestra algunas limitaciones de estos programas. Por ejemplo, que si la cuantía del cheque es baja, muchas escuelas no encuentran ningún incentivo económico para participar: en Luisiana solo se inscribieron un tercio de todas las privadas, precisamente aquellas con menos estudiantes por sus peores resultados académicos, y por tanto, con más necesidad de dinero.

Otra limitación importante es la falta de información. Frecuentemente, las familias que más podrían beneficiarse de un cambio de escuela hacen una mala elección porque les resulta difícil enterarse de cuáles son las mejores. Por ello, algunos piensan que a las que participen se les debería obligar, como condición, a publicar sus resultados, y luego hacer llegar esa información a los padres. No obstante, también puede ser que algunas familias escojan colegio pensando no solo en criterios académicos, sino de seguridad o relativos a la educación religiosa o del carácter que ofrecen muchas escuelas privadas. 

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