Buenas prácticas para mejorar la educación en las regiones pobres

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En las últimas décadas, los países en vías de desarrollo han conseguido que muchos más niños y niñas se matriculen en la escuela. Sin embargo, este aumento en lo cuantitativo ha ido acompañado de un descenso en la calidad de la enseñanza. Mejorar este aspecto resulta más difícil, porque choca con algunos males crónicos de estos sistemas educativos. Varios informes proponen soluciones y buenos ejemplos a imitar.

Hace unos meses The Economist se hacía eco de un estudio publicado en febrero de 2022 que mostraba cómo las habilidades lectoras de los estudiantes de regiones pobres habían ido empeorando en las últimas décadas. Los autores, dos investigadores del think tank estadounidense Center for Global Development, se basaban en los datos de las pruebas de comprensión lectora que desde hace tiempo ha llevado a cabo UNICEF en 87 países en vías de desarrollo.

En concreto, estas pruebas evaluaban la capacidad lectora de distintos grupos de personas nacidas entre 1955 y 1995 que habían permanecido como máximo cinco cursos en primaria. Con estos datos, los investigadores pudieron comprobar que el impacto de este tiempo de escolarización en las habilidades lectoras había ido disminuyendo con el tiempo.

Más escolarización, pero más “suspensos” en lectura

Ciertamente, el número de personas que han recibido una instrucción lectora mínima ha aumentado, porque la matriculación escolar también lo ha hecho. Por ejemplo, en la región del sur de Asia, el porcentaje de niñas nacidas en la década de los 90 con al menos cinco años de escolaridad es del 76%, mientras que no llega al 35% entre las nacidas en los 60. Algo parecido ha ocurrido en el África subsahariana: 66% y 41%, respectivamente.

No obstante, la calidad de la instrucción parece haber bajado. Según el informe, al menos tres de cada diez personas que han completado o casi completado primaria no son capaces de entender a la primera una frase sencilla, una proporción que ha aumentado con el tiempo.

En la mayoría de los países estudiados, el impacto positivo de la escolaridad en la comprensión lectora ha disminuido con el tiempo

En concreto, este indicador ha empeorado en 56 de los 87 países analizados en el estudio, ha mejorado en 14, y ha permanecido más o menos igual en el resto. Hay importantes diferencias por regiones: mientras en Oriente Medio, el norte de África y Latinoamérica se ha mantenido la calidad mientras aumentaba la matriculación –sobre todo en las dos primeras–, en el sur de Asia y el África subsahariana el porcentaje de lectores solventes (entre los que asistieron al menos cinco años a la escuela) ha caído en picado. Por ejemplo, en India o Etiopía se ha pasado del casi 100% en la cohorte de nacidos en los 60, al 40% de los nacidos en los 90.

Educación con pies de barro

El brusco aumento de la matriculación en los años 90 y 2000 parece haber influido, lo que por otra parte resulta lógico: al acceder a las aulas alumnos socioculturalmente desaventajados, que antes se quedaban fuera, la comprensión lectora media disminuye. No obstante, este factor no explica ni mucho menos toda la historia, pues la tendencia a la baja había empezado antes, además de que esta nunca se ha dado en unos cuantos países donde también creció el número de estudiantes.

Lo cierto es que la educación en los países en desarrollo se asienta siempre sobre un terreno frágil. A la ausencia de escuelas o de infraestructuras para llegar a ellas, algo que ha ido mejorando poco a poco, hay que añadir otros problemas crónicos: un sistema de financiación como mínimo inestable y casi siempre insuficiente; la escasez de profesores, o la falta de motivación de muchos por el bajo salario (que en ocasiones les lleva a buscar un complemento en clases particulares); la falta de experiencia en la gestión de escuelas y distritos escolares; un mercado laboral que no demanda mano de obra especialmente cualificada, lo que disminuye el valor añadido de la educación formal. Por no hablar de otros factores externos a la escuela, pero que también la afectan: guerras, catástrofes, mala alimentación de los niños, trabajo infantil, marginación de ciertos sectores por motivos étnicos, o inestabilidad política.

Transparencia y rendición de cuentas

Varios informes que han analizado la crisis educativa de los países pobres coinciden en el diagnóstico: una vez se consigue matricular al mayor número posible de niños (políticas cuantitativas), para mejorar la calidad de la instrucción es necesario ganar en transparencia de resultados y rendición de cuentas, y mejorar la formación y motivación de los profesores.

Así lo señalan, aunque con matices distintos, estudios publicados por instituciones internacionales (uno del Banco Mundial de 2018, otro del International Initiative for Impact Evaluation de 2013) o por investigadores particulares (“The Politics of Education in Developing Countries: from Schooling to Learning”, Oxford Academic, 2019, o “What works to improve the quality of student learning in developing countries?”, International Journal of Education Development, 2016).

Diversos informes señalan la necesidad de mejorar la rendición de cuentas y la motivación los profesores

En cuanto a la transparencia, todos los estudios inciden en la necesidad de que las autoridades educativas tomen sus decisiones basándose en los resultados; y en que estos, debidamente contextualizados, también se pongan en conocimiento de la sociedad, especialmente las familias, para que puedan exigir a sus escuelas.

El informe del Banco Mundial pone varios ejemplos de buenas prácticas en este campo. En Pakistán, la decisión de varios gobiernos estatales de informar a los padres sobre los méritos educativos de las diferentes escuelas, supuso un aumento de la competencia tanto en el sector público como en el privado, lo que mejoró el rendimiento en ambos y contribuyó a rebajar las cuotas en el privado.

El informe también menciona a Brasil, un país emergente que puede servir como modelo a otros en desarrollo. Allí, el gobierno aprobó en 1995 un examen nacional, que más tarde se extendió a todos los alumnos de 4º y 8º curso. La información obtenida de él sirvió para elaborar un índice de calidad educativa (IDEB, Índice de Desenvolvimento da Educação Básica) para cada colegio, municipio y región. Este se publica cada dos años y sirve para que autoridades políticas y familias presionen a sus centros educativos.

También es importante la transparencia y rendición de cuentas en lo económico. Por ejemplo, a mediados de los 90 las escuelas de Uganda solo recibían un cuarto de los fondos públicos en teoría reservados para ellas; cuando el gobierno empezó a hacer públicos los plazos y las cuantías de las entregas, afloraron una serie de “grietas” (intermediarios locales) por donde se escurría el dinero. Otra posible medida es que los países donantes de ayuda al desarrollo condicionen la aportación a los resultados educativos de los destinatarios. Así pasa, por ejemplo, con uno del Reino Unido en favor de Etiopía, en el que la cantidad entregada está en proporción al número de aprobados en los exámenes nacionales de secundaria.

La política y la “prepolítica”

El estudio publicado en Oxford Academic se centra en cómo las dinámicas de poder entre los grupos implicados en la educación –políticos, profesores, padres– afectan a su calidad, algo relevante en cualquier lugar, pero más en las regiones pobres. Por ejemplo, señalan los autores, en estos países la capacidad de presión de los sindicatos o asociaciones de profesores suele ser mucho mayor que la de las familias, una posición de dominio que con frecuencia les ha permitido bloquear reformas dirigidas a intensificar la rendición de cuentas sobre su labor.

Por otra parte, añaden los autores del artículo, en estos países es frecuente que, en paralelo a las autoridades “oficiales”, existan redes “prepolíticas” informales y muchas veces de tipo clientelar, fuertemente arraigadas en el territorio local, que condicionan el alcance de las reformas. En las regiones en desarrollo también son frecuentes los regímenes de tipo personalista y populista. A veces, la cercanía de las elecciones sirve de incentivo para lanzar iniciativas educativas, pero normalmente más centradas en lo cuantitativo (más financiación, más profesores, más escuelas), que en lo cualitativo, que no produce rendimientos tan a corto plazo y por tanto gana menos votos.

Bonus salariales

Los estudios citados coinciden en que para mejorar la calidad de la educación es necesario preparar bien y motivar a los profesores. Una manera de hacerlo, que redunda a la vez en una mayor rendición de cuentas, es establecer incentivos salariales en base al rendimiento de los alumnos. El informe utiliza como modelo una política llevada a cabo en un país de la OCDE: el Sistema Nacional de Evaluación de Desempeño de Chile. Cuando se inició (1996), ofrecía un bonus de financiación pública a los colegios que mejoraran sus resultados. Después, el premio pasó a dirigirse a los profesores individualmente, para lo que se ideó un programa de evaluación rigurosa. Según distintas investigaciones, la consolidación de este proyecto ha sido clave en el aumento de la nota en lectura de los alumnos chilenos en la prueba PISA.

El estudio publicado en la revista International Journal of Education Development señala que en varios países las políticas sobre los docentes han aumentado la calidad educativa solo en los centros donde estos saben que su salario o el desarrollo de su carrera profesional (tipo de contrato, promoción) están vinculados a su desempeño. Esto coincide con otra recomendación presente en la mayoría de informes: en los países pobres es especialmente importante dar autonomía a los colegios para poder contratar y despedir a sus profesores.

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