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El buen lector ¿nace o se hace?

publicado
DURACIÓN LECTURA: 5min.
Cómo promover la afición a la lectura

No hay una fórmula mágica para inculcar la afición a la lectura desde una edad temprana, pero algunos estudios coinciden en subrayar la importancia de la actitud de los padres. Allí donde falta hábito lector en casa, siempre se puede suplir con planes de acompañamiento organizados desde escuelas, bibliotecas, asociaciones juveniles y ONG.

Según el informe PIRLS (Estudio Internacional para el Progreso de la Comprensión Lectora), publicado en 2016, el mayor rendimiento en lectura se relaciona con factores como crecer en hogares con un gran número de libros y donde los padres tienen un buen nivel educativo, disfrutan leyendo y se implican en el aprendizaje de los hijos. También puede influir el haber recibido educación infantil o asistir a colegios con recursos de apoyo a la lectura y compañeros de clase con buenas habilidades lectoras, entre otros.

En la misma dirección apuntan aquellos estudios que reflejan que tener un gran número de libros en casa puede hacer a los niños llevar hasta casi tres cursos de ventaja frente a los que no los tienen. En concreto es lo que refleja el informe PISA de 2018: en España, los alumnos que venían de casas con menos de 10 libros obtuvieron una puntuación media de 423 puntos, frente a los 540 que sacaron los que tenían más de 500 libros. “En PISA consideramos que 40 puntos equivalen a un año académico, de modo que esos 117 puntos de distancia son casi tres años de diferencia”, afirman desde la organización. No obstante, hay que recalcar que estos casos son los extremos, ya que las casas con menos de 10 libros son solo el 10%, y las que tienen más de 500 representan el 8%.

La implicación de los padres es clave

José G. Clavel y Mauro Mediavilla, profesores de la Universidad de Murcia y de Valencia respectivamente, en su informe El papel de los padres en el desarrollo de la competencia lectora de sus hijos, repasan otros estudios similares sobre este tema y concluyen que hay una vinculación importante entre la actitud de los padres hacia la lectura y la de sus hijos.

Para realizar su propia investigación, estos dos autores pusieron el foco en la cantidad de tiempo que dedicaban los padres a leer por placer en el hogar, si esta era su afición favorita, si se alegraban al recibir un libro como regalo o si disfrutaban en bibliotecas y librerías. Los datos van en la misma línea: aun con algunos puntos de diferencia entre países, la relación entre padres que disfrutan de la literatura e hijos que son buenos lectores es directa, y tiene un impacto positivo en el resto de asignaturas, como las matemáticas.

En la misma línea apunta PIRLS en relación con los resultados escolares de los niños de cuarto de primaria: los hijos de padres a quienes les gustaba leer obtuvieron de media 535 puntos, frente a los 488 que sacaron los de aquellos padres que no leían.

“Si nos ven leyendo (…) entenderán que para nosotros la lectura es también una fuente de placer y conocimiento” (Joan Carles Girbés)

Entonces, ¿qué pasa con los padres que no leen?

Si el papel de los padres y las circunstancias de cada familia son tan importantes surge la duda de cómo ayudar a los padres que no leen, que tienen menos recursos o un nivel educativo inferior. Según la Fundación Jaime Bofill, una entidad enfocada en la equidad educativa, en estos casos los niños no están abocados al fracaso escolar ya que se les puede ayudar desde la escuela o desde la sociedad civil con planes de acompañamiento.

Esta entidad ha desarrollado recientemente el programa Las familias, aliadas de la lectura, además de un proyecto complementario de voluntariado de apoyo escolar y fomento de la lectura enfocado a los padres que habitualmente no leen con los niños. En este programa, las familias pueden encontrar numerosos recursos con pasos concretos para fomentar la lectura de manera atractiva. El proyecto de voluntariado LECXIT, realizado junto a la Fundación La Caixa, se desarrolla en 300 escuelas, bibliotecas y entidades sociales asociadas al programa, donde 1.800 voluntarios dedican un tiempo semanal a acompañar personalmente a niños que necesiten apoyo para disfrutar de la lectura.

Los materiales didácticos que ha realizado la Fundación Bofill, como por ejemplo “El método definitivo para tener hijos lectores”, firmado por Joan Carles Girbés, están llenos de consejos: saber encontrar las preferencias de los niños, leerles las historias que les gusten o regalar libros. Pero el que más se subraya es el de transmitir con hechos la pasión por los libros, ya que los niños aprenden la mayoría de las cosas por el “efecto espejo”, basado en copiar las propias actitudes de los padres: “Prediquemos con el ejemplo. Los adultos en general, pero sobre todo los padres y madres, son los referentes de los niños, modelos que imitar o combatir. Si nos ven leyendo novelas, manuales de bricolaje, revistas o periódicos entenderán que para nosotros la lectura es también una fuente de placer y conocimiento”, defiende Girbés.

¿Una tarea demasiado grande?

Otro de los retos es el de fomentar la lectura en espacios públicos o el uso de las bibliotecas. En América Latina, se han realizado esfuerzos de este tipo. En México, por ejemplo, el premio “México lee” reconoce los esfuerzos por promover la lectura en escuelas públicas, ONG o asociaciones civiles. En Colombia se lleva aplicando durante los últimos doce años el Plan Nacional de Lectura y Escritura, “Leer es mi cuento”, que fomenta la construcción de bibliotecas públicas en los barrios más desfavorecidos de las ciudades y zonas rurales, la formación para docentes y bibliotecarios, 17 millones de libros y acceso a internet al 85% de ellas, además de ingresos anuales para su mantenimiento y desarrollo.

Las bibliotecas y las escuelas pueden suplir los casos en los que los padres no lean o no hayan tenido una buena formación académica, y de esa forma, ayudar a desarrollar el hábito desde una edad temprana.

En todo caso, Clavell y Mediavilla recomiendan la implicación de los padres en estos proyectos educativos, en línea con las políticas que han seguido países como Reino Unido, Irlanda o Estados Unidos. “Más que obligar a los padres a participar en reuniones del colegio –concluyen–, sería mejor avanzar en su formación como padres. Poner en marcha políticas educativas para que sean conscientes de su papel en el aprendizaje de sus hijos, ayudándoles a encauzar el deseo que naturalmente tienen de ser mejores educadores, mejores padres”.

Diego Peralta

@diegopsf_

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