El “inflado” de notas en la escuela privada: una polémica doblemente inflada

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El “inflado” de notas en la escuela privada: una polémica doblemente inflada

CC Douglas Edric Stanley

Durante la semana pasada, miles de estudiantes españoles de 2º de Bachillerato se enfrentaron a la EBAU, el examen de acceso a la universidad. Además de los ingredientes tradicionales que suelen acompañar a esta prueba (nervios, quejas sobre tal o cual pregunta), este año su realización ha venido envuelta por una polémica: la de si las escuelas inflan las notas de sus alumnos en el expediente de Bachillerato. ¿Lo hacen todas o solo algunas? ¿Se puede demostrar? ¿Es iniciativa de los profesores o se debe a la presión de las familias y de la dirección del centro?

La sospecha de que algunas escuelas inflan las notas de sus estudiantes ha vuelto recientemente a los medios de comunicación españoles debido a la denuncia del Defensor del Pueblo de Navarra contra dos colegios de esa Comunidad.

Aprovechando este caso concreto, que la Consejería de Educación local se ha comprometido a investigar, varias voces dentro y fuera del mundo educativo han deslizado que el inflado de notas es práctica corriente en las escuelas privadas y concertadas, y que con él se pretende ofrecer una especie de “pago” o compensación a las familias de estos centros por el dinero invertido en ellos (en la nota de acceso global, que es la que tienen en cuenta las universidades, el 60% corresponde al expediente de bachillerato, y el 40% al resultado de la EBAU). De esta forma, se estaría facilitando que sus hijos puedan acceder al grado universitario de su elección en perjuicio de los de familias con menos ingresos, lo que contribuiría a perpetuar la brecha económica entre ricos y pobres. Así pues, no estaríamos hablando de una simple “triquiñuela escolar”, sino de un atentado contra la igualdad de oportunidades en el ámbito educativo y, como consecuencia, también en el social.

Como la acusación es grave, conviene, antes de formular juicios de intenciones o hipótesis generales, aclarar y contextualizar los datos.

Un fenómeno internacional

Lo cierto es que la sospecha de “inflado” de notas no es algo nuevo, ni se limita a las escuelas de gestión privada o de un territorio en concreto. En Estados Unidos se lleva hablando de este tema desde hace tiempo, y con mayor intensidad en los últimos años, aunque sobre todo referido a las evaluaciones universitarias. Lo mismo sucede en Reino Unido, donde ya en 2018 el Comité Permanente para la Evaluación de la Calidad Educativa pidió a las universidades del país –públicas y privadas– que examinaran el “sospechoso” aumento de sobresalientes en sus campus. Una invitación, por cierto, a la que un buen número de ellas, agrupadas en el consorcio Universities UK, respondió con un compromiso ambicioso centrado en la transparencia.

Cuando no existe una prueba oficial para acceder a la universidad, como en Francia o Suecia, la tentación de “maquillar” las notas es más fuerte

Por su parte, en otros países el foco de la polémica ha estado, como en España, en los cursos de Bachillerato. En Francia, existen sospechas de que se están inflando las notas del baccalauréat, el certificado que sirve para acceder a la mayoría de universidades; e incluso de que, bajo la coartada de una “armonización” de las calificaciones que se invocó en su día para mitigar el efecto de la pandemia, se están cambiando algunas notas puestas por los profesores, siempre hacia arriba.

En Suecia, la ministra de Educación anunció el pasado 11 de mayo la creación de un comité para investigar las llamadas “notas alegres” (glädjebetyg). La decisión se precipitó por la denuncia del rector de una de las universidades más prestigiosas del país, que acusó a varios centros educativos –entre ellos, algunos que matriculan a la flor y nata de la sociedad sueca– de hinchar el expediente de sus alumnos. Días después, la Alta Inspección detectó prácticas parecidas en otras 30 escuelas. Algunos profesores alegaron estar recibiendo presión por parte de las familias o de la dirección del centro. No obstante, ya en 2009 un estudio alertaba de que en la década anterior el porcentaje de alumnos que obtenía una media de sobresaliente había aumentado “sospechosamente”.

Francia y Suecia comparten una característica que las hace dianas fáciles para el inflado de notas: en ambos sistemas educativos existe la posibilidad de acceder a la universidad sin pasar por un examen nacional estandarizado. Aunque algunas facultades establecen otros requisitos o baremos de admisión (pruebas propias, entrevistas), las calificaciones escolares son el principal factor objetivo, por lo que la presión para “maquillarlas” es grande.

No toda diferencia implica trampa

Algunos analistas han señalado a la política del cheque escolar como una de las causas –incluso la principal– del inflado de notas en Suecia. La lógica del argumento es que, como la financiación de cada escuela depende del número de alumnos que consiga atraer, y en esto influye de manera importante la nota media de los egresados, se crea una competitividad entre centros que incita a hacer trampas con las notas.

En España no existe cheque escolar, pero los que acusan a los centros privados y concertados de falsear los resultados de Bachillerato emplean el mismo razonamiento. Para demostrarlo, se acude a la comparación entre las calificaciones medias en esta etapa y las de la EBAU. Pero ¿corroboran los datos esta acusación?

Por la propia naturaleza de la EBAU (muchos exámenes en pocos días, nervios), es lógico que los resultados sean inferiores a los de Bachillerato

En primer lugar, conviene aclarar que en todas las escuelas –públicas, privadas y concertadas–, la nota en este examen es inferior a la que refleja el expediente escolar. No obstante, esto, por sí mismo, no implica que se estén haciendo trampas. Resulta lógico que los resultados obtenidos en la escuela, donde habitualmente al alumno se le examina solo de una parte de la asignatura (la correspondiente a ese trimestre o evaluación) sea más alta que la de la selectividad, para la que tiene que estudiar la materia de todo el curso. Además, en esta prueba la presión es fuerte: el alumno se juega su futuro académico en unos pocos días, en los que se acumulan los exámenes.

El mayor “inflado” de la privada, un mito

Pero volvamos a la cuestión del supuesto “dopaje” de los alumnos de centros privados y concertados: ¿es cierto que en estas escuelas se hinchan los expedientes? Para contestar a esta pregunta, un reportaje publicado en El Confidencial ha tomado datos del Ministerio de Educación referentes a la nota media en Bachillerato y en la EBAU de alumnos de los tres tipos de escuelas. A la vista de ellos, cabe responder que no.

El “hinchado” de las notas ha sido y es muy similar en las tres redes, y en general ha subido en los últimos años

Partiendo de que las calificaciones tanto de la escuela como en la EBAU siempre han sido mayores en los centros privados que en los concertados y públicos (en ese orden), en 2022 la diferencia entre las notas de Bachillerato y las de la selectividad –el supuesto “inflado”– fue muy similar en las tres redes educativas: 0,93 puntos en las privadas (lo que equivale a un aumento del 13,2% respecto al expediente de Bachillerato), 1 punto en los concertados (+14,5%) y 0,97 puntos en las públicas (+14,4%). En los tres casos, además, esta distancia ha ido aumentando con los años: en 2015 era de 0,76, 0,77 y 0,78 puntos, respectivamente.

Así pues, incluso considerando como “inflado de nota” el que la calificación de Bachillerato sea superior a la de la EBAU, este solo habría aumentado en 0,25 puntos en siete años; y, comparando por redes, la mayor diferencia observada es que en la concertada se “hincha” la nota 7 centésimas de punto más que en la privada, y 3 centésimas más que en la pública.

Con todo, cabe hacer matices. Por ejemplo, cuando solo se compara el porcentaje de sobresalientes obtenidos por los alumnos de cada tipo de centro en Bachillerato con el de los que consiguen en la EBAU, se observa que, aunque en las tres redes –privada, concertada y pública– es mayor en el primer caso, la diferencia es significativamente más abultada en la escuela concertada que en las otras dos: en aquella, la proporción de sobresalientes es 4,2 veces superior, mientras que en la pública y la privada es 3,5 y 3,4 veces más, respectivamente.

Otros “inflados” de los que no se habla

Por otro lado, también existen diferencias por comunidades autónomas. La cuenta de Twitter Picanúmeros ha elaborado un conjunto de gráficos –con datos del Ministerio de Educación desde 2015 a 2020– que permiten desmentir que a nivel nacional una red de colegios haya “inflado” las notas más que otra de manera clara y constante a lo largo del tiempo. Hay algunas excepciones: La Rioja (a favor de los privados), País Vasco (concertados) y Canarias (públicos). En las demás regiones, las diferencias son pequeñas, y a veces la red favorecida ha cambiado con el tiempo.

No obstante, cuando se compara el nivel de “inflado” global en cada comunidad, independientemente de la titularidad de los centros, se observa que este ha sido tradicionalmente mayor en Andalucía y Baleares que en Cantabria o Castilla y León.

Además, cuando se comparan las notas de Bachillerato de cada región con las que esos mismos territorios obtienen en PISA, se observa un fenómeno cuanto menos sorprendente: en Andalucía, Murcia, Extremadura y Canarias, la calificación media en Bachillerato está por encima de la española, pero en PISA las cuatro aparecen por debajo del resultado nacional. Ciertamente, caben algunas explicaciones a esta aparente paradoja (por ejemplo, que en estas comunidades haya más alumnos de bajas notas que no pasen a Bachillerato), pero el contraste deja dudas.

Por otro lado, también está documentado que, de media, las mujeres pierden más puntos en selectividad –con respecto a su nota en Bachillerato– que los hombres. Una vez más, caben distintas explicaciones: más nervios e inseguridad en la EBAU, una actitud más aplicada que sus compañeros en Bachillerato; o incluso un cierto “sesgo” evaluativo en su favor en la escuela. En cualquier caso, en este caso nadie ha hablado de “inflado”.

Soluciones al ¿problema?

No existen soluciones sencillas que permitan eliminar cualquier tipo de “maquillaje” de las calificaciones. Una opción es dar menos peso al Bachillerato en el cálculo de la nota de acceso a la universidad, y más a la selectividad. Sin embargo, no parece muy sensato conceder más importancia a una prueba donde se examina a los alumnos de tanto contenido en tan pocos días (con lo que eso supone para los nervios) que al criterio de un conjunto de profesores a lo largo de dos años.

Otra opción sería estandarizar y “externalizar” la evaluación escolar: todos los alumnos de Bachillerato realizarían los mismos exámenes durante los dos cursos, que serían corregidos por personal ajeno al centro, como en la selectividad. Sin embargo, esto tiene desventajas: aparte de que se eliminaría el valor de otros aspectos de la evaluación (trabajos, participación en clase), habría que crear un numeroso cuerpo de correctores, y las escuelas podrían convertirse en algo más parecido a las academias para opositores, donde más que educar, se prepara a los “clientes” para pasar una prueba determinada. Es cierto, con todo, que ese “control externo” se podría limitar solo a los centros donde de forma continuada se produzca una gran diferencia entre las notas de Bachillerato y selectividad, como ya se propuso hace tiempo.

No obstante, todas estas posibilidades implican cambios profundos y probablemente demasiado costosos para la magnitud del problema. Al menos en España, el supuesto “inflado” es de apenas un punto, y no hay diferencias importantes por redes educativas como para hablar de privilegios de las familias ricas sobre las pobres. Por todo ello, no parece muy razonable tratar de “matar moscas a cañonazos”.

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