La vida privada, convertida en espectáculo

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La cadena estadounidense CBS ha estrenado Survivor y Gran Hermano, programas en que un grupo de personas «abandonadas» en una isla o encerradas en una casa permanecen las 24 horas del día bajo la mirada de las cámaras. Ellen Goodman comenta esta -así la llama- «locura televisiva» (The Boston Globe, 9 julio 2000).

«¿Es posible violar la intimidad de alguien que ha renunciado a todos sus derechos a ella?», se pregunta la periodista. Para Goodman, tales programas ahondan la tendencia a comerciar con la vida privada: «Primero, la información se convirtió en espectáculo; ahora, el espectáculo es información». Lo mismo muestra la abundancia de programas dedicados a escarbar en la intimidad de los famosos, a menudo con la anuencia de las víctimas. «La última vez que despotriqué contra Survivor, más de un lector señaló que eso no era verismo, sino voyeurismo. Pero ¿puede uno ser un voyeur cuando mira a un exhibicionista?».

Se da hoy un fenómeno paradójico. «Por una parte, hay una tendencia a proteger la intimidad. Los consumidores se quejan del uso de cookies en Internet, que permiten rastrear la identidad del usuario. Nos preocupa la protección de nuestros datos genéticos, que podrían llegar a conocimiento de nuestras empresas o nuestras compañías de seguros. Tememos el fisgoneo informático y la posibilidad de que el jefe nos lea el correo electrónico. A la vez hay una búsqueda galopante de la celebridad, y una ansia de fama que reflejan las palabras de uno de los participantes en Survivor: ‘Si al salir de casa viera a los del National Enquirer hurgando en mi basura, eso sería para mí la realización de un sueño'».

Goodman sugiere que el ansia de fama puede deberse a la pérdida de relaciones de vecindad, a que la gente está más aislada. «Hay menos opciones entre estar a la vista de los demás y estar solo, entre salir en la televisión y ver televisión». También para el público, el conocimiento de intimidades ajenas a través de la televisión puede ser un sucedáneo de comunidad, familia o amistad verdadera. Pero, como señala Robert Putnam, citado por la autora del artículo, «ninguno de los espectadores de Gran Hermano te llevará un caldo a la cama si caes enfermo».

«Solo si hay intimidad en la vida privada -comenta Goodman- se puede intimar con otras personas. Esa era, irónicamente, la conclusión del ‘Gran Hermano’ original. Solo en privado y en lo que ahora habrá que llamar la verdadera ‘vida real’ puede uno realmente ser conocido y relacionarse con los demás. (…) La pesadilla de George Orwell ha sido entusiásticamente transformada en espectáculo para las horas de mayor audiencia».

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