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El «Frankfurter» califica a Amenábar de «manipulador»

publicado
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El corresponsal de «Frankfurter Allgemeine Zeitung» (6 septiembre 2004) en el Festival de Venecia, Michael Althen, califica a Alejandro Amenábar de manipulador de sentimientos, en su comentario sobre la película «Mar adentro» (ver servicio 104/04).

Imagínese que después de tomar a toda prisa un café le toca ver una película que se ha propuesto superar a «Love Story» en sentimentalismo; una película en la que un parapléjico lucha durante dos horas para poder finalmente morir después de treinta años de inmovilidad. Si después de eso sale uno del [cine] Lido a las once y media de la mañana de un día soleado, renuncia emocionalmente a seguir trabajando ese día y sólo le apetece irse otra vez a la cama.

La película en la que actúa Javier Bardem es realmente un puro baño de lágrimas. Quien haya pensado que sólo el cine de Hollywood es una maquinaria de dominación, recibirá aquí una lección que lo supera. (…)

Los americanos tienen una palabra malsonante que define bien lo que hace Amenábar: mind fuck. Ya en sus anteriores películas forzaba las sinuosidades del cerebro del espectador con las más inverosímiles distorsiones, pero ahora estruja las mentes como limones, como si quisiera ver hasta dónde se puede llegar con el cine como medio de manipulación. Y puesto que Amenábar es su propio compositor, sabe exactamente cómo puede orquestar los sentimientos para conseguir el máximo efecto.

El hecho de que todo sea una historia verídica queda desde el principio en segundo plano, cuando hace volar a la cámara. Desde el momento en que uno asciende desde la cama del enfermo hacia los paisajes de Galicia a los sones del «Nessun dorma», queda uno atrapado por la película, quiera o no. Pero precisamente ése es el problema: que a base de fuertes arrebatos emocionales apenas le queda a uno tiempo para respirar y se siente como dentro del tambor de una lavadora.

Ante la película «Mar adentro», Damián Muñoz recuerda en una carta al director de «ABC» (Madrid, 10 septiembre 2004), algunos precedentes históricos.

Hay hechos históricos que conviene recordar porque aportan luz para analizar la actualidad.

En 1920, Alfred Hoch y Karl Binding publicaron un libro titulado «Autorización para la destrucción de vidas indignas de vivir». En ese libro acuñaron una expresión que ahora volvemos a oír -«vidas indignas de ser vividas»- y reclamaron la autorización de la eutanasia para unos seres humanos a los que describían como «cáscaras humanas vacías».

En 1942, Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, preparó minuciosamente la estrategia de la eutanasia nazi con la ayuda de una película titulada «Yo acuso». Contaba la historia de una mujer gravemente enferma que suplicaba a su marido que la matara. El esposo secundaba esta petición, sufriendo por ello una dura condena. La finalidad de la película era desencadenar reacciones emotivas del público en contra de los fiscales y jueces, y difundir una opinión favorable hacia este tipo de «muerte por compasión».

No sé si la película «Yo acuso» tuvo una campaña publicitaria tan sonada como la que nos inunda en estos días, ni si a su estreno asistió la mitad del Gobierno, pero, desde luego, logró su objetivo.

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