A Tine Nys, una chica belga de 37 años, la abandonó su novio. Y se suicidó. No lo hizo sola, sino con la colaboración de un equipo médico. Todo fue tan fácil como hacerse de un papel que certificara que padecía algún trastorno psiquiátrico –el elegido fue “autismo”–, y listo: ya podían proceder. En su país, una enfermedad mental es argumento suficiente para acabar con la propia vida. Aunque aconteció en 2010, el caso de esta joven ha salido recientemente
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