Iwo Jima: la historia

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Últimamente se han llevado a la gran pantalla algunos de los acontecimientos más dramáticos de la Segunda Guerra Mundial. Así, hace dos años pudimos ver El hundimiento (donde se narraban los últimos diez días de vida de Hitler en el contexto de la batalla de Berlín). Ahora llegan a las carteleras las dos películas de Clint Eastwood sobre la batalla de Iwo Jima, una desde la perspectiva norteamericana (Banderas de nuestros padres) y la otra desde la óptica japonesa (Cartas desde Iwo Jima).

Clint Eastwood nos trae la crudeza de la guerra a través de imágenes impactantes y de largas escenas que reproducen la violencia desbordante a la que llegó el ser humano en ese conflicto. Ahora bien: ¿por qué Iwo Jima para transmitir este mensaje? ¿Qué pasó en ese lugar?

La famosa foto de un puñado de marines clavando la bandera estadounidense en lo alto del monte Suribachi es todo un icono de la guerra en el Pacífico y de la heroicidad de los combatientes americanos. Sin embargo, la guerra no es algo heroico en sí mismo, y de aquel puñado de hombres todos menos tres murieron en los días siguientes. En Iwo Jima se luchó ferozmente durante 36 días entre febrero y marzo de 1945 por la posesión de esta diminuta isla de 20 kilómetros cuadrados. Allí murieron 6.800 soldados norteamericanos y 20.000 japoneses de una guarnición de 21.000 soldados y marineros. El general de marines Holland M. Smith (que dirigió las operaciones de asalto) afirmó que se trataba de la batalla más dura que había combatido el cuerpo en sus 168 años de existencia.

¿Era necesario combatir así por esa pequeña porción de terreno? ¿No podía haberse soslayado esta isla al igual que se había hecho con muchas otras? En efecto, la aterradora experiencia vivida en Guadalcanal, Kawajaleim, Guam, Saipan, Tinian, pero, sobre todo, en Tarawa , había enseñado a las fuerzas norteamericanas que lo mejor era asaltar sólo aquellas islas que resultaban estratégicamente imprescindibles para el avance hacia Japón y aislar las guarniciones de las otras, puesto que la tenaz resistencia nipona (una obstinada defensa, imbuida por el espíritu del bushido propio de los samuráis, que prefería la muerte en una carga suicida antes que la rendición) causaba graves bajas a los estadounidenses. De hecho, podían haberse atacado otras islas de las Bonin, como la cercana Chicha Jima, pero su orografía las hacía aún más difíciles de conquistar.

Iwo Jima era, justamente una de esas islas estratégicamente imprescindibles para el avance hacia Japón. Al estar a 660 millas náuticas de Tokio (tres horas de vuelo), los cazas (del modelo P-51 Mustang) podían dar, por fin, cobertura aérea a los bombarderos que despegaban de las Marianas para atacar el archipiélago nipón; de hecho, sólo en tres meses 850 bombarderos B-29 hicieron aterrizajes de emergencia en el atolón. Además, por duro que pueda resultar, la posesión de Iwo Jima hacía posible que los bombarderos que despegaban de ella llevaran menos combustible y más carga mortífera. Del mismo modo, los bombarderos que despegaban de las Marianas podían desmontar sus defensas para llevar más bombas porque la protección ahora corría a cargo de los cazas que operaban desde Iwo Jima.

Los japoneses reconocían la importancia estratégica de la isla y por eso reforzaron sus defensas desde la primavera de 1944. No obstante, como eran conscientes de que si los americanos se lo propondrían la acabarían tomando, se planteó la hipótesis de volarla o al menos cortarla en dos. Pero cuando se pusieron a la tarea comprendieron que les faltaban tiempo y recursos.

Después de 72 días de bombardeo aéreo, tres de bombardeo naval ininterrumpido y 36 de combate, los últimos defensores cayeron en una carga dirigida por el jefe de la guarnición, el general Tadamichi Kuribayashi. Iwo Jima hizo entender al alto mando americano que el asalto directo a Japón costaría un precio altísimo en vidas humanas por ambas partes, tal como pudieron comprobar meses más tarde en la toma de Okinawa. 61 años después Iwo Jima carece de valor estratégico, aunque continúa levantándose como un monumento natural a esa sinrazón que es la guerra.

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