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Europa central reabre las heridas del comunismo

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Por una especie de acuerdo tácito, los antiguos satélites de la Unión Soviética prefirieron durante años no remover los recuerdos de la época comunista. Ahora, Polonia –donde ya se emprendió una “lustración”: cfr. artículo relacionado– y otros países del centro y el este de Europa han decidido reavivar la memoria y buscar justicia o reconocimiento, dice el New York Times.

Donde con más fuerza se ha reabierto el debate es Polonia. Un tribunal ha dictaminado que todos los líderes comunistas durante la ley marcial impuesta en diciembre de 1981 formaron parte de un “grupo criminal”. El gobierno macedonio quiere nuevos poderes para identificar antiguos agentes y colaboradores del régimen comunista, si bien el Tribunal Constitucional ha dejado en suspenso el plan hasta que decida si es legal. La nueva constitución húngara propone la excluir la prescripción de los crímenes comunistas o nazis.

En Bulgaria, el presidente anunció que destituirá a todos los embajadores y diplomáticos que colaboraron con el aparato de seguridad comunista. La medida ha sido recurrida en los tribunales y puede resultar anulada. En todo caso, se sigue escarbando: recientemente se ha sabido que 11 de los 15 obispos ortodoxos fueron colaboradores del comunismo.

Esta revisión del pasado no es solamente política y judicial. También se ha sumado la cultura, con películas, obras de teatro, exposiciones. En Albania, el museo nacional abrió un nuevo pabellón para mostrar los abusos durante la era comunista. En Polonia, alrededor de un millón de personas han ido al cine a ver Czarny czwartek (“Jueves negro”), de Antoni Krauze. La película, estrenada hace un año, rememora las protestas de 1970 en Gdańsk, Gdynia y otras ciudades de la costa báltica; la represión, encomendada al ejército, dejó 44 muertos. El film ha causado gran impacto por la crudeza con que muestra la crueldad de los soldados.

“Para poder defendernos en el futuro contra los regímenes totalitarios es necesario entender lo que ocurrió”, sostiene Łukasz Kamiński, presidente del Instituto Nacional de la Memoria polaco. Por su parte, el cineasta Krauze recuerda que “a principios de los noventa, la gente creía que no se debía recordar aquellos tiempos”. Hoy aquel silencio parece haber terminado.

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