El no nacido, de paciente a cosa

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En el caso Perruche (noviembre de 2000, ver servicio 162/00) y en otros tres similares (13 de julio de 2001, ver servicio 106/01), el Tribunal de Casación francés ha dictaminado que los minusválidos nacidos por error del diagnóstico prenatal pueden reclamar indemnizaciones. Algunos artículos recientes temen que eso suponga una deriva hacia la eugenesia.

Las sentencias pueden introducir cambios profundos en la medicina prenatal: «¿Hacia la cosificación del ser humano?», titula un largo artículo Israël Nisand, profesor de ginecología en Estrasburgo (Le Monde, 12-VII-2001). El autor señala el desarrollo de la ecología prenatal, y cómo «la medicina fetal dispone de la muerte eutanásica legal como ‘medio terapéutico’, lo que no ocurre en otras especialidades». A falta de un fundamento ético del diagnóstico prenatal, se imponen decisiones meramente técnicas, y «todo concurre al aumento de actos médicos que esconden el inconfesado dominio absoluto y total de la producción de niños cada vez más perfectos». De este modo, «se transforma el cuerpo en producto, y la reproducción en producción de calidad asegurada». El profesor Nisand concluye: «la sentencia Perruche es catastrófica porque:

— «consolida una visión de la minusvalía como un accidente anormal, que exige buscar un responsable que indemnice, cuando lo normal sería que se hicieran cargo las instituciones asistenciales y la solidaridad nacional; (…)

— «invierte la jerarquía de valores en el mundo jurídico: indemnizar a toda costa no es prioritario con relación a los grandes principios éticos de nuestra sociedad;

— «una determinada evolución de la sociedad apunta tras estos hechos, pues el progreso técnico y científico, del que se espera confort y bienestar, puede convertirse en promotor de una cosificación rampante del ser humano que nadie desea».

En el mismo número de Le Monde, otro médico, Bernard Debré, ex ministro y antiguo miembro del Comité Nacional de Ética, publica un artículo más breve, «¿Hacia la eugenesia?». Repasa las técnicas más conocidas para detectar malformaciones del bebé, que solían quedar en la intimidad de médicos y padres. A partir de ahora, se plantea un nuevo régimen de la información acerca de las enfermedades probables o ciertas que presenta el feto: «Favorecer el conocimiento del estatuto genético del niño desde la fecundación (sobre todo, en caso de fecundación in vitro) o durante el embarazo, significaría -desde luego, so capa de dar libertad de elección a la pareja- favorecer el aborto terapéutico o, hablando crudamente, una eugenesia a cargo de la Seguridad Social. Para el Estado y la Seguridad Social, una minusvalía sale cara… El cáncer sale caro… Una prevención que los evitase resulta muy tentadora para nuestros economistas». Y concluye: «Vivimos al día, sin atrevernos a mirar un poco más lejos. Nos dominan gurús intolerantes que deciden sobre modos de pensar y sobre uso de palabras que para ellos tienen un solo sentido. Es tiempo de reflexionar sobre el futuro del hombre».

Incidentalmente, el Dr. Debré alude a una sentencia anterior del Tribunal de Casación, que no ha concedido estatuto legal al feto, en un caso en que se reclamaba indemnización por un aborto provocado como consecuencia de un accidente de tráfico culpable. El Tribunal se ha acogido a una interpretación estricta del Derecho penal: solo el nacido puede ser víctima de homicidio. Acerca de este asunto, escribe Jean-François Mattei en La Croix (11-VII-2001): «Nada que decir sobre esta decisión del Tribunal, que ilustra el carácter frío, carente de humanidad, de ciertas lógicas jurídicas. Mi experiencia médica me lleva, sin embargo, a subrayar la contradicción evidente entre el derecho y la realidad vivida. Para el derecho, no ha pasado nada, pues el niño no ha existido jamás. Pero entonces, ¿a quién corresponden las imágenes ecográficas al detalle de ese pequeño niño que respira en la pantalla, que la madre conserva fotográficamente y ha sentido sus movimientos antes de dar a luz en condiciones dramáticas? ¿A quién se dirigen los cuidados de la medicina fetal que, más allá de toda argumentación jurídica, filosófica o religiosa, considera al feto como un paciente, como un ser vivo? (…) Es lo que llevó, hace algún tiempo, a médicos españoles a mantener artificialmente la vida de una madre encinta para permitir que su hijo alcanzase el umbral de viabilidad que permitió salvarle. Disociado de la suerte de su madre muerta, el hijo era identificado claramente como ‘un otro'».

Por otra parte, el Collectif des Démocrates Handicapés afirma en un comunicado que las sentencias del 13 de julio son de «una gravedad excepcional para nuestra democracia». La decisión judicial «revela de manera trágica la incapacidad de nuestra sociedad para ofrecer una acogida material, afectiva y psicológica a las personas discapacitadas» (cfr. La Croix, 16-VII-2001).

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