Desde sus primeras páginas, no oculta Nicolás Hernández-Castilla la intención que le ha movido a escribir este libro: tender puentes entre culturas y religiones. Y, también, que la lectura de Mi nombre es cualquiera pueda servir a los lectores para mejorar como seres humanos con una historia, basada en hechos reales, en la que se muestran muchos aspectos del mundo de hoy.
El autor, Máster en Administración Pública por la Universidad de Harvard, tiene un conocimiento muy profundo de los temas que aborda, especialmente de todo lo relacionado con el judaísmo y el islamismo actual, y también de la condición humana universal. Lo uno y lo otro dan un tono reposado y riguroso al libro. Además, su manera de escribir sobre estos hechos es siempre positiva, buscando el lado bueno de la cantidad de personas que van apareciendo a lo largo de una historia sinuosa y complicada. Son muy oportunas, también, la información sobre muchas organizaciones humanitarias que son claves en el desarrollo de este libro.
El autor se ha inspirado en el testimonio de Josef Coen, un judío nacido en la ciudad siria de Alepo en 1979. Será el propio Josef el narrador de su accidentada vida desde que en 2016 decide abandonar su país y emigrar a Nueva York. Hijo de una culta familia de clase media, Josef estudió medicina y estuvo trabajando en una consulta hasta que la Guerra de 2016 se llevó por delante todo, también a sus familiares directos e incluso a su primera mujer. Si Alepo era a comienzos del siglo XX un lugar donde convivían pacíficamente diferentes razas y religiones, ahora, en 2016, sólo había “escombros, silencio, odio, mucho odio”.
Irse de Siria no resulta una decisión fácil, pues todo tendrá que hacerse de manera ilegal, sorteando el paso de las fronteras y buscándose la vida para no caer en manos de mafias y de la policía. La primera etapa de su viaje le lleva a la ciudad turca de Iskenderun, donde pasa una temporada con una familia que le ha sido recomendada. Allí conoce a Yasmina, la hija del matrimonio que le acoge, quien acompañará a Josef a partir de ese momento. Lo que empieza siendo una colaboración interesada, amistosa y positiva para los dos, se convierte en una apasionada historia de amor con la que el autor refuerza el mensaje tolerante de esta novela, pues Josef es judío y Yasmina musulmana.
Juntos, en medio de unas condiciones miserables y claustrofóbicas, viajan hasta Atenas y después a Milán, Marsella y Madrid. En todos estos lugares, se encuentran a personas y organizaciones que les ayudan, proporcionándoles los medios necesarios para continuar con su viaje, que les lleva después a tierras mexicanas y, por último, a Estados Unidos.
Más que una novela propiamente dicha, Mi nombre es cualquiera es el relato memorialístico de una persona que ha sufrido en sus carnes esta dramática experiencia. El deseo del autor es mostrar la realidad que viven y padecen los protagonistas y tantas otras personas con experiencias similares. En su afán por mostrar un relato detallado y verosímil, quizás resulten innecesarias algunas digresiones históricas, que ralentizan en exceso la narración.
El libro finaliza con una postdata fechada en junio de 2024, ya después de los atentados de Hamás contra los judíos en octubre de 2023 y antes de la intervención de Israel en Gaza. Allí se remarca la intención de esta historia: acercar posturas, fomentar el diálogo y alabar la necesidad de más tolerancia religiosa y cultural. El relato, con muchos ejemplos concretos, cumple sobradamente con estos objetivos.