La esperanza cristiana apunta al más allá, pero en el más acá despierta las energías humanas en favor de la dignidad de la persona y el bien común. Es lo que se pudo oír –y comprobar– en el 27.º Congreso Católicos y Vida Pública, organizado por la Asociación Católica de Propagandistas (ACP) en la Universidad CEU San Pablo (Madrid, 14-16 de noviembre).
Al congreso, titulado “Tú, esperanza: Donde está el peligro, crece también lo que salva” –en consonancia con el tema del presente Jubileo–, asistieron en total unas 1.300 personas, más unas 3.000 que lo siguieron online, según dijo en el acto de clausura Alfonso Bullón de Mendoza, presidente de la ACP y de la Fundación Universitaria San Pablo CEU. Hubo mesas redondas y cinco conferencias de un plantel internacional de ponentes. El argentino Agustín Laje (Fundación FARO) y el médico y activista español Pep Borrell, hablaron de la familia. El estadounidense Kevin Roberts (Heritage Foundation), la alemana Sophia Kuby (Alliance Defending Freedom) y el venezolano Jorge Borges resaltaron, cada uno desde una determinada perspectiva, que los cambios en la sociedad y la cultura no son repentinos, y que van extendiéndose poco a poco a partir de la iniciativa de pocas personas o de pequeñas acciones de muchas. En eso radican, coincidieron, los motivos para la esperanza.
Un activista metapolítico
Kevin Roberts, doctor en Historia, dirige desde 2021 The Heritage Foundation, el think tank conservador más importante de Estados Unidos y quizá del mundo. Fundada en 1973, en la década siguiente contribuyó en buena medida al giro político e ideológico que supuso la presidencia de Ronald Reagan. Su serie de libros Mandate for Leadership, iniciada en 1981, fue una inspiración fundamental para las políticas de aquellos años.

Con Donald Trump ha vuelto a hacer lo mismo. Project 2025, encargado a Heritage por Paul Dans, colaborador de Trump en su primer mandato, es un plan para configurar la acción del gobierno según los principios conservadores. Así, en palabras de Roberts en su intervención en el congreso, “repensamos las políticas públicas en todos los ámbitos y sectores para volver a poner los intereses de la familia en el centro de la vida y de la política en Estados Unidos”. Trump no ha aplicado todas las recetas de Heritage, pero medidas suyas como suprimir las normas DEI (diversidad, equidad e inclusión) están en Project 2025.
Puede decirse que Roberts es un activista “metapolítico”. Aunque aspira a que el Gobierno ponga en práctica las ideas conservadoras, su empeño –como en su día el de William Buckley– es procurar que calen en la cultura, la empresa, la escuela, las mentalidades. Y en estos ámbitos cree que ahora soplan vientos favorables.
“Nunca ha habido un tiempo mejor para que cristianos y defensores de la tradición occidental recuperen el cine, la televisión, las artes” (Kevin Roberts)
No dejó de reconocer que nuestro tiempo es de crisis: en la familia, en la política, en la Iglesia, en la cultura… y para la causa de la dignidad humana. Pero crisis ha habido en todo tiempo, y ninguna ha sido definitiva. Hoy se puede ver que las fuerzas contrarias –las “élites globalistas seculares”, las llama Roberts– no son tan poderosas, y su predominio está agotándose. Más importante aún: está cuajando la acción descoordinada de multitud de personas y pequeñas comunidades, que a lo largo de la historia han sido los verdaderos motores de cambio. “Toda escuela, negocio, empresa, movimiento político, corriente artística, organización benéfica o religiosa, viene de la valiente y esperanzada decisión de una persona o de unas pocas que se propusieron actuar para cambiar el mundo”.
Signos de renacimiento
Roberts mencionó numerosos signos de este renacimiento. Hay un despertar cristiano que se ve en el aumento de las conversiones al catolicismo en Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países. Los bautismos de adultos fueron más de 10.000 la pasada Pascua en Francia –un máximo histórico–, se han triplicado en el último decenio en Bélgica, subieron un 85% en Austria este año. Y este resurgir está siendo especialmente potente entre los jóvenes.
Se ha producido un auge de la educación clásica en Estados Unidos. Los medios de comunicación dominantes retroceden y surgen nuevas voces. “Nunca ha habido –dijo Roberts– un tiempo mejor para que cristianos y defensores de la tradición occidental recuperen el cine, la televisión, las artes”. Pero –advirtió, citando a Gustav Mahler– “tradición no es dar culto a las cenizas, sino preservar la llama”. Es necesario avivar el fuego: actuar. “La tecnología permite a Silicon Valley y a los millonarios globalistas hacer adictos a los niños y envenenarles el corazón. Pero nosotros tenemos la misma oportunidad de usar las innovaciones tecnológicas para el bien”.
Así, yendo directo al tema del congreso, Roberts subrayó que “esperanza es construir”. Y en apoyo de su afirmación citó al Papa Francisco: “La esperanza (…) no es una virtud pasiva, que se limita a aguardar que las cosas sucedan. Es una virtud sumamente activa que ayuda a que sucedan”. Es decir, añadió Roberts, “la esperanza solo es verdadera si nos lleva a la acción”. Y, abundando en lo mismo, cerró su intervención con el principio del libro Camino, de san Josemaría Escrivá: “Que tu vida no sea una vida estéril. —Sé útil. —Deja poso. —Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor”.
Un momento de cambio cultural profundo
Sophia Kuby es directora de Relaciones Estratégicas y Capacitación de Alliance Defending Freedom (ADF), una asociación de inspiración cristiana y sin ánimo de lucro con sede en Arizona (Estados Unidos), que ofrece asistencia legal en litigios relacionados con la libertad religiosa o el aborto (entre otros, ha asumido la defensa ante el Tribunal Supremo estadounidense de un pastelero y de una diseñadora web que fueron demandados por negarse a elaborar productos para bodas entre personas del mismo sexo; el Tribunal les dio la razón en ambos casos).

La ponencia de Kuby, como la de Roberts el día anterior, partió del concepto cristiano de esperanza. Kuby, doctora en filosofía, señaló que, a diferencia del optimismo, la esperanza como virtud no consiste en esperar que las circunstancias mejoren, ni es solo un estado de ánimo, sino que define la actitud propia de quien sabe que la realidad puede ser “recreada” en el bien. Para un cristiano, tal actitud se fundamenta en la fe en Jesucristo, que, a nivel personal, siempre tiende la mano al hombre independientemente de sus circunstancias y, a nivel global, ha redimido el mundo y la historia de una vez para siempre. De esta manera, todo cristiano está llamado a una “esperanza activa”; es decir, a participar en la transformación de la vida pública. “La esperanza cristiana nunca se ha agotado en el optimismo, nunca”.
Estamos en un momento de “cambio cultural profundo”, de transición entre “un mundo que conocíamos y otro que está naciendo y del que vemos algunos contornos” (Sophia Kuby)
Kuby caracterizó el momento actual como uno de “cambio cultural profundo”, un periodo de transición entre “un mundo que conocíamos y otro que está naciendo y del que vemos algunos contornos”. En tiempos así es frecuente y lógico que se genere inquietud y desánimo. Pero la inmunidad frente a este patógeno es lo que distingue la esperanza del optimismo. “Necesitamos una teología de la esperanza, que no solo consuele, sino que también inspire”.
La esperanza se prueba en las dificultades
Las dificultades no solo no pueden extinguir la llama de la verdadera esperanza, continuó diciendo Kuby, sino que de hecho muchas veces la avivan. La ponente puso como ejemplo de ello a varias de las personas a las que ADF ha defendido –y sigue haciéndolo, pues sus casos no están aún cerrados–.
Una de ellas es Päivi Räsänen, una congresista y exministra finlandesa que acaba de ser juzgada por tercera vez –después de dos sentencias absolutorias– por un supuesto delito de odio contra el colectivo LGTB. Kuby también mencionó los casos de Adam Smith-Connor e Isabel Vaughan-Spruce, dos ciudadanos británicos que fueron arrestados (la segunda, en repetidas ocasiones) por rezar en silencio ante distintas clínicas abortistas. Mientras que Vaughan-Spruce ha sido declarada inocente e indeminizada, Connor-Smith recibió una condena en primera instancia, aunque ha recurrido. En ellos y en otros muchos de los defendidos por ADF en casos similares, Kuby declaró haber comprobado cómo la verdadera esperanza transforma el mundo.
La ponente dedicó los últimos minutos de su intervención a hablar de la Areté Academy, un centro de formación creado por ADF para preparar a cristianos que quieran desempeñar cargos públicos, especialmente en la política, de manera que su fe –que ha de ser personal, insistió Kuby, y no solo un vínculo comunitario– informe su actividad.
Las verdaderas armas contra el totalitarismo
Pronunció la última conferencia del congreso el político exiliado venezolano Julio Borges, que compartió el Premio Sajárov de 2017 junto con otros representantes de la disidencia de su país. Fue diputado por el partido Primero Justicia, fundado por él, de 2011 a 2018, y presidente de la Asamblea Nacional en su último año de parlamentario. Fue portavoz de la oposición en las conversaciones con el régimen celebradas en Santo Domingo entre diciembre de 2017 y febrero de 2018, concluidas sin acuerdo. Los opositores no accedieron a las exigencias del Gobierno de Nicolás Maduro y recibieron amenazas. Borges y otros miembros de la delegación opositora optaron por no regresar a Venezuela.
Pero Fernando Albán, concejal de Caracas por Primero Justicia, regresó. Fue detenido inmediatamente y asesinado a los pocos días por la policía política bolivariana. A él dedicó Borges un sentido homenaje durante su intervención.
“Los regímenes totalitarios no se vencen necesariamente con las armas; lo más destructivo para el totalitarismo es el liderazgo moral” (Julio Borges)
También recodó a María Corina Machado y su insistencia en que “nuestra lucha no es una lucha política: es una lucha espiritual”. Porque, explicó Borges, “los regímenes totalitarios no se vencen necesariamente con las armas, con la violencia, con el ejército; sino que lo más destructivo para un movimiento totalitario es el liderazgo moral”. Lo recalcó con lo que, tras el desplome del comunismo en Europa, dijo el exjefe de la Stasi, la policía secreta de Alemania Oriental: “Nos preparamos para luchar contra grupos armados y violentos, pero nos vencieron grupos de personas que rezaban en silencio y sostenían velas”.
Por tanto, afirmó Borges, esa lucha no se libra en los parlamentos o en las fronteras; “el campo de batalla es la conciencia de cada persona”. Aludiendo a Václav Havel, que conocía muy bien la lógica del totalitarismo, subrayó que “estos regímenes se sostienen no tanto por el miedo, cuanto por la mentira compartida”. Porque todos fingen creer en lo que no creen, por evitarse problemas, y las pequeñas cesiones hacen “que la mentira se haga costumbre”, y entonces “la mentira se convierte en el sistema de vida” y “pasa a gobernar”.
Pero también la verdad se abre camino a partir de pequeños gestos aparentemente inútiles que la esperanza suscita. Pues, en palabras de Havel, “la esperanza no es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido”. Borges aportó otras definiciones análogas. “Esperanza –dijo– no es esperar que las cosas cambien; es decidir cambiar uno mismo”. O también: “La esperanza es un amor que no se rinde”. Fue un buen broche para cerrar un congreso dedicado a la esperanza.