En 1998 se produjo un antes y un después en el videojuego español: se comercializó Commandos: Behind Enemy Lines, un título desarrollado dentro de nuestras fronteras por la empresa Pyro Studios y publicado por Eidos Interactive, con una gigantesca calidad, jugabilidad endiablada y una propuesta muy atractiva: guiar, desde un punto de vista cenital (el eje óptico es perpendicular al suelo), a un grupo de soldados de élite en diversas misiones en la Segunda Guerra Mundial.
Cada soldado tenía sus características (espía, zapador, etc.) y era táctica en tiempo real: pinchábamos sobre el que quisiéramos mover, dábamos la orden y la ejecutaba, todo con su debida estrategia y un doblaje de lujo. Marcó un hito y tuvo varias secuelas hasta la última en 2006, pero el maravilloso regusto siempre ha estado ahí.
Ahora, en 2025, nos llega la resurrección de la saga con Commandos: Origins, y el nombre le viene perfecto porque es una precuela que nos cuenta cómo se formó el equipo de élite que conocimos en 1998. Lo hace de la mano de Claymore Studios y se nota que le han puesto todo el cariño del mundo, porque la esencia sigue intacta: vista cenital amplia, control de soldados a los que se les dan órdenes, máximo cuidado con lo que ve el enemigo y avances por el escenario hasta lograr la misión. Todo ello se ve redondeado por la opción de poder jugar en multijugador, tanto en línea como local, una maravilla, dados los tiempos que corren.
Quizás el mayor pero que se le pueda poner es que es tan fiel al original que si este era difícil, la nueva entrega no lo es menos y los recién llegados pueden sentirse frustrados, sobre todo porque apenas hay margen de error y, además, ha llegado con varios problemas técnicos que pueden arruinar la partida en los momentos más inoportunos. Además, apenas permite libertad de actuación: las cosas deben hacerse como los desarrolladores quieren, y si no das con esa forma, avanzar es misión imposible.
A nivel técnico es verdad que se notan los años y los nuevos motores gráficos, así que el nivel de detalle es mayor y la fluidez es casi perfecta. También se agradece el doblaje al español, aunque por motivos de disponibilidad no repiten las mismas voces del original, pero las nuevas lo hacen muy bien. Por supuesto la música siempre acompaña y los textos están traducidos.
El regreso del clásico en forma de precuela resulta un acierto, aunque necesita unos cuantos parches (o mejor, uno muy grande, pero que abarque todo) para solventar problemas serios. Es un estupendo momento para que los más mayores revivan viejas glorias y los más jóvenes prueben una joya que en su momento hizo las delicias de millones de fanáticos, eso sí, teniendo paciencia, porque la dificultad es elevada.