Cuando en 1991 Saddam Hussein amenazó a EE.UU. con librar “la madre de todas las batallas” si las tropas americanas ponían un pie en Kuwait para liberarlo del yugo de Bagdad, el planeta entero contuvo la respiración, a la espera de que el tirano iraquí desatara el apocalipsis. Pero los estadounidenses, a fuerza de bombas, hicieron retroceder al invasor, le impusieron penosas sanciones y el fin del mundo se pospuso.
El pasado lunes 23 de junio, 24 horas después de que potentes artefactos explosivos y misiles Tomahawk del Pentágono devastaran o dañaran severamente varias instalaciones del programa nuclear de Irán –incluida la bunkerizada planta de enriquecimiento de uranio de Fordow–, parecía que había llegado el día. Ebrahim Zolfaghari, …
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