“Me gustaría que hubiera luz en estas páginas, la luz suave de la tarde. Este no es un libro sobre la muerte, sino sobre la tristeza por la vida que se va”. Gueorgui Gospodínov (Bulgaria, 1968) cuenta en esta novela el fallecimiento de su padre tras un rápido cáncer. La primera parte narra el avance de la enfermedad, las visitas a los médicos y los hospitales y el previsible e inevitable desenlace. La segunda está repleta de recuerdos y de anécdotas personales.
Pero no estamos ante una novela de hechos. Desde las primeras páginas ya sabemos el desenlace, y el argumento es, quizás, lo de menos. Lo importante es la manera que tiene el autor de acercarse a este significativo suceso, el estilo que emplea y las afortunadas reflexiones que incluye sobre la vida y la muerte. Es un libro “que no tiene género”: podría ser “una novela elegíaca, una novela-memoria o una novela-jardín”. Lo del jardín tiene sentido porque la principal dedicación de su padre, ya anciano, era cuidar de las hortalizas, flores y frutas de su huerta, de la que estaba tan orgulloso.
A través de capítulos cortos, el autor realiza un sentido homenaje a la vida de su padre, a quien admira. Su narración es tremendamente humana, y resulta meritorio su intento por describir los mecanismos del dolor: “Siento todo ese pasado resquebrajándose, derrumbarse en silencio sobre mí”, “Leo el mundo a través de mi horror ante esa muerte inminente”.
La enfermedad le sirve para descubrir también la importancia de su padre en su faceta literaria, pues como le dice una amiga al autor, “él está en todas partes en tus libros”.
Gospodínov es uno de los escritores más importantes de la literatura búlgara actual, con una gran proyección internacional. Ha conseguido los premios Booker y Strega y su obra se ha traducido ya a más de treinta idiomas. En El jardinero y la muerte, Gospodínov ha escrito un relato memorialístico de gran fuerza expresiva.