Un prestigioso chef ofrece un menú degustación a doce comensales. El menú se servirá en alta mar y el precio del cubierto supera los mil euros, pero el chef ha prometido que no será una comida sino una experiencia… y va a cumplir su promesa.
El británico Mark Mylod es conocido por su participación en series como La sucesión o Shameless y por dirigir un par de comedias absolutamente olvidables. Aquí da un paso de gigante con una película de terror que empieza como una comedia sofisticada envuelta en una atmósfera de thriller psicológico. La película es un perverso juego de espejos que aprovecha la fiebre por la alta cocina para meter un buen viaje a una sociedad hedonista y consumista hasta la ridiculez.
Lo más notable de El menú es un guion que sabe dosificar bien el relato haciéndolo mutar de género con aparente naturalidad. La fastuosa producción y el tono teatral que envuelve el trabajo del chef –un tono habitual en el mundo de la gastronomía hoy– ayudan a que todo lo que ocurre –un auténtico disparate– tenga su lógica. Una lógica, insisto, nigérrima y una visión del ser humano demoledora pero que centra bien el tiro en su crítica del consumo por el consumo y en su denuncia de una cultura que es capaz de convertir el placer –en este caso, el de la comida, pero en la película se habla de otros– en un altar donde se puede sacrificar hasta los más sagrado: la familia, la amistad y hasta la propia vida. Y donde, por supuesto, no hay el menor problema en pisotear la más elemental dignidad humana. Sin duda, y es uno de los peajes del género de terror, el relato es grandilocuente y exagerado. La historia, sí… pero la crítica que encierra, no tanto.
La película cuenta con un dúo protagonista sobresaliente. Un veterano Ralph Fiennes en el papel de chef absolutamente rendido a su propia fascinación y una cada vez más solvente Anya Taylor-Joy, que borda los papeles inquietantes, mostrando más con la mirada de lo que dice con la palabra.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta