En plena guerra civil entre el ejército y la guerrilla del FLMN de El Salvador, seis jesuitas y dos empleadas fueron asesinados en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) en la madrugada del 16 de noviembre de 1989. El gobierno culpa inmediatamente al FLMN, pero Lucía Barrera, una empleada de la limpieza en la UCA, admite ser testigo ocular de una realidad muy diferente.
Esta historia tenía todos los componentes para construir una gran película. El personaje interpretado por la colombiana Juana Acosta tiene la posibilidad de hacer justicia al mostrar una verdad que puede derribar un gobierno y cambiar el destino del país. Sin embargo, ni el veterano director Imanol Uribe (Días contados, Bwana), ni su guionista Daniel Cebrián (Lejos del mar, Segundo asalto) consiguen impulsar un guion mortecino en el que sucede muy poco y se sugiere aún menos. Tan solo en el tramo final hay algo de dramatismo y evolución de la trama que resultan muy insatisfactorios. La presencia de grandes actores como Carmelo Gómez o Karra Elejalde es apenas testimonial, y Juana Acosta, una actriz sensacional, realiza una de sus interpretaciones más apagadas de su filmografía.