La FP quiere dejar de ser el “patito feo” de la educación

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La Formación Profesional (FP) cada vez atrae más estudiantes y se consolida como alternativa al itinerario universitario. Sin embargo, quedan retos por resolver en cuanto a la inserción laboral de sus graduados.

Si se hiciera una encuesta a padres con la siguiente pregunta: “¿Preferiría que su hijo estudiara un grado universitario o una FP superior?”, es fácil aventurar que la gran mayoría se inclinaría por la primera opción. Y efectivamente, existen algunas razones para preferirla.

En cambio, si la pregunta se dirigiera a expertos en tendencias laborales, la respuesta sería, al menos, mucho más matizada. Y es que, a pesar de que todavía se suele considerar a la FP como el “patito feo” de la educación, algo así como un premio de consolación para los alumnos menos capacitados, sucesivos informes nacionales e internacionales coinciden en que el gran reto que afrontarán los mercados en las próximas décadas será precisamente la falta de trabajadores con un perfil técnico.

 

La FP aún es menos rentable en España que en Europa, tanto en términos de empleabilidad como de salario

 

En concreto, la Comisión Europea estima que para mantenerse competitivas, las economías del continente tendrán que adaptarse al paradigma “50-35-15”, en el que la mitad de los puestos de trabajo son desempeñados por profesionales con cualificación intermedia, dejando a los de cualificación superior y baja el 35% y el 15% restantes, respectivamente. España aún se encuentra lejos de esta meta. Según datos de un informe elaborado por el IESE en 2018, solo un 32% de las ofertas de empleo publicadas en 2016 requerían que los candidatos contaran como mínimo con un título de FP, aunque esta cifra supone un aumento respecto a años anteriores.

Un sector en auge

Los que parece que están dejando de creer en lo del “patito feo” son los propios estudiantes, pues la matriculación en FP no ha dejado de crecer durante los últimos diez años, tanto en el nivel básico como en los grados medios y superiores, que aglutinan a la mayor parte del alumnado técnico (ver gráfico). Es cierto que todavía se escogen más los estudios de tipo académico (bachillerato y universidad, respectivamente), pero la brecha se ha reducido considerablemente.

Sin embargo, la idea de que en España faltan graduados de tipo técnico es solo cierta en parte. Efectivamente, la proporción de estudiantes españoles que, al terminar la secundaria obligatoria, optan por cursar un Grado Medio (GM), en vez de Bachillerato, es bastante más bajo que la media: uno de cada tres por casi uno de cada dos en Europa. Sin embargo, cuando se trata de decidir entre estudios superiores, es decir, entre una carrera universitaria o un Grado Superior (GS), la cosa cambia: el porcentaje de los que se decantan por la FP triplica el de Europa (36% y 12%, respectivamente). Así pues, la proporción de los adultos que en algún momento han completado un programa de perfil técnico en España es similar a la media europea.

No es “cosa de chicos”

El informe del IESE mencionado arriba muestra que, por ramas de estudios (“familias profesionales”, según el nombre técnico), las más demandadas a nivel global son Administración y Gestión, Sanidad, e Informática y Comunicaciones.

En cuanto al sexo de los estudiantes, en todos los niveles hay más chicos que chicas, pero mientras la diferencia resulta muy notable en la FP básica (70-30), en la media y la superior (que acumulan la gran mayoría de estudiantes) es apenas de cinco puntos porcentuales.

Así pues, la FP no es “cosa de chicos”, pero tampoco ofrece precisamente un modelo de integración, pues, al igual que sucede en los estudios universitarios (ver Aceprensa, 13-02-2019), la aparente paridad desaparece si se observa la matriculación por familias profesionales, sobre todo en algunas con mayor volumen de alumnos. Los chicos representan más del 85% en las ramas de Transporte y Mantenimiento de Vehículos, Electricidad y Electrónica, Informática y Comunicaciones, o Fabricación Mecánica. Lo opuesto sucede en Servicios Socioculturales y a la Comunidad, Imagen Personal, o Textil, Confección y Piel. En Sanidad y en Administración y Gestión, dos sectores muy demandados, las chicas son también mayoría, aunque el desequilibrio no es tan acusado. En general, las chicas sacan mejores notas que sus compañeros, si bien la diferencia es menor que en las enseñanzas del itinerario más académico.

La FP dual, una modalidad que ha acaparado la atención mediática y que consiste en combinar la formación en el centro educativo con el trabajo en una empresa, apenas matricula al 2,5% de los alumnos. La proporción es algo mayor, aunque nunca mucho, en el nivel superior, en familias como Administración y Gestión o Transporte y Mantenimiento de Vehículos, y en comunidades autónomas como Navarra, Cataluña o Madrid. No obstante, la extensión de esta modalidad aún está lejos de la que tiene en Austria, o Dinamarca, donde casi uno de cada tres estudiantes de FP cursa la modalidad dual.

Inserción laboral

En una enseñanza tan orientada al empleo como la FP, el grado de inserción laboral de los titulados funciona como un termómetro bastante objetivo de la efectividad de estos estudios. Entre los datos que ofrece la OCDE (actualizados, aunque sin detalle) y los de informes nacionales o regionales (más detallados pero en general menos recientes), se obtiene una “fotografía” bastante precisa de cómo es el acceso de los egresados al mercado de trabajo.

El mejor medidor es la tasa de desempleo, que señala el porcentaje de los que no tienen trabajo con respecto al total de población activa (es decir, descontando a los que no lo buscan, que, dicho sea de paso, en España son menos numerosos, por término medio, que en el resto de Europa). Como ocurre en general, el paro desciende según aumenta el nivel de estudios alcanzado. Sin embargo, es cierto que la “protección relativa” que ofrecen los títulos de GM y GS con respecto al de la ESO es menor en España que en la mayoría de los países (ver tabla). Si se compara con el grado universitario, la leve ventaja de la FP superior en Europa se convierte en desventaja, aunque también leve, en España.

 

La FP de nivel medio es poco popular en España, pero la de nivel superior sí es muy demandada como alternativa a la universidad

 

En general, se puede decir que hay una cierta adecuación entre el número de titulados y la demanda en el mercado. En 2015, casi una de cada tres ofertas de empleo en España se dirigía explícitamente a graduados en FP (12,7% a los de nivel medio y 20,1% a los de nivel superior), lo que cuadra con el porcentaje de adultos en edad de trabajar cuyos estudios más avanzados son de tipo técnico. Además, en general, las familias profesionales más demandadas coinciden con aquellas donde hay más alumnos (en el caso de Sanidad, hay bastantes más titulados que puestos a cubrir).

Así pues, salvo excepciones, no se puede decir que en España exista un problema de inadecuación del mercado laboral a la FP. La paradoja es que, como señala el informe del IESE, para muchos puestos de trabajo que podrían ser desempeñados por trabajadores con este perfil, las empresas están contratando a graduados universitarios, de los que sí existe una oferta excesiva. De ahí el conocido problema de la “sobrecapacitación” que afecta a estos últimos.

Brecha de salarios

Otro termómetro de la efectividad de la FP es el salario de sus titulados, comparado con el que cobran los que terminaron otro tipo de estudios. Tampoco este indicador ofrece un panorama especialmente positivo. Es cierto que, si se compara con el sueldo de los que solo acabaron la secundaria obligatoria, la ganancia relativa está aproximadamente en los niveles medios de Europa, incluso ligeramente por encima: los de FP media ganan un 18% más (15% en Europa), y los de FP superior, un 41% más (40% en Europa).

 

Según la Comisión Europea, el mercado se dirige a un modelo en el que la mitad de los puestos requerirán profesionales de cualificación intermedia

 

Sin embargo, si el término de comparación son los que acabaron Bachillerato y no siguieron más allá, el “premio” en términos salariales es sensiblemente menos cuantioso para los de FP superior, y el “castigo”, más abultado para los del nivel medio. Por otro lado, como el “plus salarial” de los universitarios en España está por encima de la media europea, la brecha de los graduados técnicos con ellos es bastante más profunda que en otros países.

A la vista de todos estos datos, se puede concluir, por un lado, que la FP en España es un sector en crecimiento, cada vez más consolidado como una alternativa al itinerario que conduce a la universidad, y, por otro lado, más de acuerdo con el futuro que se vaticina para el mercado; sin embargo, quedan retos por afrontar, aunque varios de ellos dependen más del mundo laboral que de las propias instituciones educativas. Los expertos coinciden en que precisamente de la mejor coordinación de estos dos ámbitos dependerá el éxito de la FP.

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Ver también Formación profesional: una reforma necesaria

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