David Foenkinos (Paris, 1974) obtuvo un éxito internacional con La delicadeza (después llevada al cine); ahora se publica Los recuerdos, otra novela en la misma línea que la anterior, pues las dos tienen un peculiar sello intimista lleno de humanidad.
Narrada en primera persona, cuenta la historia de un aprendiz de escritor, empleado en un hotel en el horario nocturno, un tanto desarraigado de sus padres, con los que mantiene un trato distante pero amigable. La muerte del abuelo paterno es el origen de toda la historia, ya que los hijos del difunto deciden ingresar a la viuda en una residencia de ancianos. El nieto, arrepentido de la poca atención que ha prestado a su abuelo, decide acompañar a la anciana con frecuentes visitas a la residencia. En esas visitas, marcadas por el dolor de la abuela que no entiende cómo sus hijos le han hecho esto, el nieto busca los medios para hacerla feliz. Gracias al nieto, sus recuerdos afloran poco a poco.
Cuando va distanciando las visitas se produce un hecho sorprendente: la anciana se ha fugado sin dejar rastro. Comienza así la segunda parte, con la búsqueda de la abuela en las tierras de su infancia donde ha ido a atrapar los recuerdos felices de aquellos años. El azar juega un papel importante en el desarrollo de la novela.
Como en La delicadeza, en la narración se intercalan pequeños apuntes biográficos y anecdóticos sobre personajes variados, famosos o no, que son como notas a pie de página o pequeños momentos de relax en un relato sumamente intenso. Los recuerdos plantea muchos interrogantes en torno a las ilusiones, los planes vitales, la monotonía, la vida matrimonial y, sobre todo, el trato que se da a la vejez en la sociedad actual. Foenkinos plantea estos temas con profundidad, con un estilo en el que dominan las frases cortas y casi sentenciosas, sin que eso suponga caer en ningún tipo de moralina. Su fuerza es su gran sentido común y una visión humana llena de ternura.
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