Segunda entrega de lo que será una trilogía, Pandemonium continúa en el mismo punto en que concluye Delirium. Lena consigue escapar del opresivo orden establecido en su ciudad pero deja en el camino a Alex, su novio, artífice de la huida, que cae en manos de los reguladores. A partir de este momento tendrá que rehacer su vida en un entorno desconocido para ella, con caras nuevas y un estilo de vida radicalmente diferente. A ello se suma el dolor de haber dejado atrás a todos sus seres queridos. Poco a poco su vida irá adquiriendo un nuevo objetivo, que se concreta en su identificación con la Resistencia y la vuelta a su antiguo mundo. Aquí conocerá a Julián, abanderado de todo aquello en contra de lo que ella lucha, y que irá poco a poco suplantando a Alex.
Con un curioso estilo consistente en ir mezclando el presente y el pasado, lo que hace un poco incómoda la lectura, Oliver rellena las más de 300 páginas de esta segunda entrega, que no añade prácticamente nada nuevo a la historia. Solo las páginas finales se tornan interesantes, cuando aparecen personajes desaparecidos, para dejar al lector en suspense y con ganas de que la salga la tercera y última novela.
La trama es bastante simple y predecible, aunque incluye varios capítulos con abundante acción. Sigue la denuncia de un mundo en el que el amor está prohibido, así como todo tipo de pasiones, para evitar el sufrimiento pero a la vez limitando la libertad. En ciertos pasajes del libro uno no sabe muy bien si está leyendo a Ally Condie (Juntos, Caminos cruzados) o a Scott Westerfeld (Traición, Perfección, Especiales). Desde luego, Pandemonium no es una joya literaria; más bien se parece a la literatura tipo best-seller: libros para pasar el rato, que se leen con facilidad y no dejan ningún poso en el lector (excepto el deseo de leer la tercera entrega).
