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Una mujer de recursos

TÍTULO ORIGINALA Women of Independent Means

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2015)

Nº PÁGINAS336 págs.

PRECIO PAPEL21,95 €

PRECIO DIGITAL12,99 €

TRADUCCIÓN

GÉNERO


Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 23/15

Novela epistolar, publicada en 1978, la primera de la autora (Texas, 1938). Para escribirla se inspiró en su abuela, una mujer que vivió intensamente casi todo el siglo XX.

Para la autora, como comenta en el prefacio, “las cartas son un excelente recurso dramático, abarcan el tiempo, hacen innecesaria la descripción narrativa y, lo más importante, incitan al lector a que se imagine la acción omitida”.

La protagonista es Bess, una mujer natural de Texas. La primera carta, cuando Bess apenas es una niña, es de 1899. La última es una que escribió poco antes de fallecer, en 1967. Las más tempranas están dirigidas a Rob, su amigo de la infancia que se convertiría con el paso del tiempo en su marido. Tras el matrimonio, se mudan a San Luis, donde Rob se dedica con éxito a los negocios inmobiliarios. Comienzan a llegar los hijos, y Bess muestra su entusiasmo, aunque lamenta que parte de sus expectativas laborales y hasta vitales se hayan visto reducidas por ello. Rob se implica durante la Primera Guerra Mundial en la recaudación de fondos para las tropas norteamericanas; poco después muere de gripe.

Bess se queda en situación económica apurada y ha de hacerse cargo de los negocios familiares. Luego se traslada por un tiempo a Vermont, donde se reencuentra con su vieja amiga Totsie; a ella van destinadas las cartas más íntimas de todas, en las que Bess reflexiona abiertamente sobre su vida. Más tarde, Bess conoce a Sam, con quien contrae matrimonio e inicia una nueva andadura vital.

En las cartas aparecen, como telón de fondo, los acontecimientos más significativos del siglo XX. Los destinatarios son muy variados: su padre, su suegra, una tía ya mayor, sus maridos e hijos, Totsie, amistades, empresarios, etc.

Bess da una capital importancia en su vida a las cartas que ha escrito a lo largo de tantos años. “Es –escribe– como si, al condensar y redactar los sucesos que he vivido, les infundiera una fuerza dramática que en realidad no tenían, pero, por extraño que parezca, lo que recuerdo años más tarde no es el suceso tal y como lo viví, sino como lo conté en una carta”. Además, la abundante correspondencia le permite “conservar la cordura y la calma, porque puedo expresar civilizadamente todas las emociones que me quitan el sueño”.

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