Un abogado aconseja a su defendido que escriba a su mujer. Así da comienzo esta novela en la que un hombre explica no solo qué hizo con su hija en una huida sin rumbo, sino también la mentira en la que está edificada su vida y sus reflexiones sobre lo que ocurrió desde entonces.
Con esa desolación propia de una película de carretera, Amitiy Gaige escribe una historia que dibuja paternidad, divorcio y desarraigo a partes iguales. La figura central es la de Eric, llena de matices, como lo es también la de Meadow, su hija, mientras la de Laura, la exmujer de Eric, queda más en sordina, un personaje más que sí está enraizado, aparentemente.
La larga carta que escribe el preso, una percha narrativa que el lector acepta a pesar de lo largo e increíble del documento, explica los orígenes reales de Eric, una infancia de emigrante que de niño se inventa un nombre nuevo para entrar en un campamento. Desde ese momento, Eric sigue mintiendo como una manera de dejar atrás tristeza y ausencias, tanto de quienes no están (como su madre) como de quien se lo lleva de Alemania a EE.UU. (su padre).
La historia de Eric es la de un fracasado en el sentido americano del término, una persona al que el sistema (de hecho dos sistemas) acaba expulsando, también la de un padre que quiere a su hija y que no soporta no verla.
Vendedor de inmuebles, padre dedicado a tiempo completo cuando la crisis le deja sin trabajo, la figura de Eric da pie a un retrato ambivalente, el de un hombre en exceso locuaz, sin rumbo ni carácter, un extraño investigador de pausas y silencios que parece no estar bien de la cabeza y, a la vez, alguien con sorprendentes ráfagas de lucidez que explica perplejidades y debilidades propias y ajenas.
Las buenas intenciones es también una novela sobre una pareja que se disuelve tras un matrimonio que parece de dos totales extraños, una convivencia que dio como resultado a una niña que acaba siendo la única referencia de Eric, una niña sabia y de una madurez sorprendente.
Escrita de modo que no puedes dejar de leerla y basada en un hecho real, esa escapada podría ser la de un padre irresponsable que se ha vuelto loco o quizás siempre lo estuvo, un tipo capaz de poner en riesgo a su hija, y, a la vez, la de alguien con una extraña consciencia al que acabas compadeciendo sin que te deje de dar un poco de miedo.