Paul Theroux (Massachusetts, 1941), novelista, es considerado también un moderno clásico de los libros de viaje, con obras como El gran bazar del ferrocarril o La costa de los mosquitos. Pero en Theroux hay mucho más que una crónica. En sus libros, y especialmente en este último, ejerce de antropólogo aficionado que hace un buen trabajo de campo.
El viaje transcurre, con medios corrientes, como los que utiliza la gente del pueblo, desde Sudáfrica, de la que constata su mejora social, hasta Angola, pasando por la desconocida e interesante Namibia que, hasta que llegó mas turismo, era el hogar de algunos pueblos de cazadores-recolectores.
Lo más interesante del libro es lo que trata de Angola, un país primero empobrecido por una larga guerra, después gobernado desde 1979 años por la misma camarilla de poder –un partido que se dice laborista–, que se aprovecha de la riqueza en petróleo mientras la mayoría del pueblo vive casi en la miseria. Un caso más en el que dividir simplemente la renta nacional por el número de habitantes no refleja la realidad. En Angola no quedan animales salvajes.
Los caracteres retratados, los paisajes descritos y, sobre todo, una sencilla naturalidad hacen de este libro una lectura apasionante.
