Seicho Matsumoto (1900-1992) está considerado el padre de la novela negra japonesa, género que popularizó durante la década de los 60 en su país. Como los grandes autores de este tipo de novelas, aporta una carga de crítica social y denuncia la corrupción política y moral, en este caso de la sociedad japonesa de mediados del siglo XX.
La acción se inicia con la visita que Kiriko Yanagida, una joven mecanógrafa, realiza al bufete de un famoso abogado de Tokio, Kinzo Otsuka, para pedirle que asuma la defensa de su hermano, detenido por un crimen del que se declara inocente y por el que puede ser condenado a muerte. Dada su modesta situación económica, no dispone de medios para pagar sus honorarios, pero suplica que le hagan una rebaja para salvar la vida de su único familiar. Otsuka no acepta el caso y su negativa tendrá dramáticas y complejas consecuencias.
La reflexión de fondo que hilvana el argumento sigue vigente en nuestros días: el desigual acceso a la justicia en función de la posición económica. Tal constatación atraviesa esta novela de personajes que experimentan una transformación radical.
Lo mejor de la obra posiblemente sea la evolución psicológica que sufre Kiriko cuando se enfrenta a un dilema que es el envés de la situación que ella padeció y un arma para una venganza inesperada. ¿Hasta dónde es capaz de llegar una mujer, herida por la acusación injusta que sufrió su hermano al verse despreciada por alguien mucho más poderosa que ella? En este caso, parece que los hilos del destino se trenzan hasta culminar en un final implacable y justiciero que excluye toda posibilidad de perdón.
Matsumoto fue un escritor de origen humilde, lo que siempre se reflejaba cuando describía las desigualdades en las condiciones sociales de sus personajes. Escrita con sencillez, la obra plantea la posibilidad de la venganza como un derecho de las víctimas, en una concepción alejada de cualquier humanismo de trasfondo cristiano.