A los que aman

Directora: Isabel Coixet. Guión: Joan Potau e Isabel Coixet. Intérpretes: Julio Núñez, Patxi Freytez, Olalla Moreno, Mónica Belluci, Christopher Thompson, Albert Plá. 97 min. Adultos.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Tiene razón el actor Julio Núñez al decir de esta película que es «como una sinfonía en cuatro movimientos: guión, dirección, fotografía y música». Peculiares movimientos que suenan a la vez, en unidad orgánica. Desajustado sería alabar la mágica ensoñación de la distanciadora fotografía o la romántica y contenidamente apasionada música y, al mismo tiempo, calificar de hierática la dirección o acusar de frialdad al guión y sus personajes. Todo es una sola cosa en esta obra de Coixet, autora de la contenidamente apasionada dirección y coautora del ensoñador guión y de los mágicamente distantes personajes.

No es estrictamente una película de época, aunque el aliento sea el de un vagaroso final del XVIII, como vagos son también los perfiles del romanticismo de sus personajes, el de su indumentaria, sus casas, y el brumoso paisaje que les envuelve. Y es que el mejor vestido para el amor desgraciado es ése. Coixet ha expuesto la desgracia del amor no correspondido en tono de melancolía, de herida mortal permanentemente abierta, y disimulada la angustia bajo los elegantes y medidos gestos de un vals triste. Colores y luces, sonidos y música son tan palabra en esta película que sustituyen la palabra hablada de un diálogo.

Podría decirse que se trata de una tragedia de enredo. El enredador es el caprichoso amor, que hace que el Maestro ame a Matilde, Matilde ame a León, y León a Valeria. Y aun hay un malvado geniecillo -la cruel inocente niña Armancia-, que ama también al Maestro, y oculta las muestras de amor de éste a Matilde. Bosques, nieblas, largos vestidos, esgrima y espadas, venenos… y muertes; conciencias torturadas, muertes de amor, y aparentes triunfos del odio y la infidelidad.

Hay un estudio del lenguaje narrativo muy interesante, por su eficacia -como la esquemática presentación desordenada del argumento, que despierta el interés, y luego va cobrando sentido en el desarrollo ordenado-, por su originalidad creativa en el tránsito de una escena a otra, por la significación intemporal y distanciada que produce la presencia del Maestro adulto (que narra hoy lo que le sucedió) y el Maestro joven (que lo vive en un hoy que ya ha pasado). Y dos personajes junto al Maestro adulto que parecen simbolizar uno la locura a la que el trágico amor lleva, y otro el eterno retorno de las mismas felicidades e infidelidades del amor humano.

Así que es una película, si así os parece, pasada de moda…, como el amor. Anticuada en su argumento, como los de Goethe, Manzoni o las hermanas Brontë. Sus paisajes y luces…, para museo, como los cuadros de Chardin o Watteau. Y su música, ya superada, como la de Marin Marais o la de Rameau.

Pedro Antonio Urbina

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