Walter White (interpretado por el también productor de la serie Bryan Cranston) es un honrado profesor de Química, enfermo terminal de cáncer de pulmón que tiene dificultades para dejar la vida resuelta económicamente a su familia: una mujer embarazada de semanas y un hijo minusválido. En medio de su desesperación planea un negocio ilegal; la elaboración y venta de una droga de máxima pureza. Para ello contará con la ayuda de un antiguo alumno drogadicto (Aaron Paul). La vida de Walter White se convierte desde entonces en un huracán de mentiras y delitos que le transformarán en uno de los hombres más importantes en el mundo de la droga.
Breaking Bad ha sido la triunfadora en los premios Emmy de este año, tras serle negado el galardón al mejor drama en las ediciones anteriores. Hasta ahora, sus seis Emmys (de un total de 16 nominaciones) y dos Globos de Oro se habían repartido fundamentalmente entre los actores Bryan Cranston y Aaron Paul, y el creador de la serie Vincent Gilligan. La serie finalizará con la quinta temporada, dividida en dos partes de 8 capítulos que empezarán a emitirse en este mes de octubre.
La cadena AMC lleva siete años demostrando que se puede hacer series que no vivan de la persecución, del giro folletinesco y el truco fácil. Mad Men, The Walking Dead, Breaking Bad o The Killing han logrado la adicción de muchos espectadores gracias a personajes y conflictos muy bien perfilados.
La descomposición de un padre de familia
El título de Breaking Bad hace referencia a la descomposición de un hombre honrado en un perfecto delincuente sin escrúpulos. Esta degeneración va mostrando el poder de la codicia que relativiza todos los pilares morales de un padre de familia corriente.
Breaking Bad destaca por la creatividad visual y narrativa con la que está contada. Algunos capítulos tienen comienzos desconcertantes pero que acaban teniendo un valor simbólico muy enriquecedor. El peluche tuerto de color rosa que flota en la piscina, los mexicanos arrastrándose en medio de un desierto solitario, el salto en el tiempo en el que se recuerda cómo Walter White y su mujer compraron su primera casa con la ilusión de un matrimonio feliz y estable…
Todos estos detalles construyen un paisaje en el que el mal no está reflejado con cinismo y superficialidad, sino con un veracidad muy matizada. En ningún momento dejamos de ver el instinto de supervivencia de la felicidad de seres humanos que toman malas decisiones para huir de la jungla. En medio de la barbarie no deja de mostrar destellos de ternura, preguntas y respuestas que hacen tambalearse a los personajes sobre su perversa conducta. Pocas series muestran tanto las consecuencias de cada una de las decisiones en la vida de los demás. Detrás de cada delito, de cada asesinato, no hay una recompensa, sino un nuevo túnel, cada vez más oscuro y profundo.
Una serie con voz propia
La historia es durísima pero no innecesariamente detallista en la recreación de la violencia. Es verdad que hay escenas desagradables (especialmente en los inicios de la primera temporada), pero no son el motor de la serie. Sirve como ejemplo la definición de uno de los personajes principales: el narcotraficante Gustav Fring (Giancarlo Esposito). Su perversidad se muestra poco a poco, con largas miradas silenciosas y frases cortas definitivas. “Walter es simplemente un hombre que provee a su familia”, dice sobre su mejor colaborador.
La música de Dave Porter aparece de manera esporádica pero contribuye a dar un toque de western crepuscular a la serie. Breaking Bad también bebe del cine negro y de directores como Tarantino o los hermanos Coen. Pero puede presumir de tener voz propia, unos cuantos grados de profundidad y constantes muestras de talento en la interpretación, el guion y la edición de sonido.