Samba es un joven de Senegal dispuesto a conseguir de una vez por todas los papeles que le permitan regularizar su situación en Francia. En esa batalla conoce a Alice, una eficaz ejecutiva parisina que no está pasando por su mejor momento.

Hace cuatro años, Olivier Nakache y Eric Toledano convirtieron Intocable –la jocosa relación entre un parapléjico y su cuidador negro– en una especie de fenómeno cinematográfico en medio mundo. Los elementos que cocinaron en su anterior éxito son los mismos de Samba: una historia sencilla y reconocible, en este caso el marasmo burocrático que sufren muchos ciudadanos y especialmente los inmigrantes cada vez que se acercan a una ventanilla de la Administración Pública; unos personajes capaces de conseguir la empatía del público; unos diálogos bien construidos; un buen manejo del gag y una crítica social muy lúcida que nunca resulta demasiado cínica ni amarga.

A Samba le sobra metraje y funciona regular cuando se pone melodramática, pero hay escenas muy bien escritas –como la de la primera aparición de Samba para hacerse los papeles– y en las que se muestra un maravilloso manejo del tiempo cómico. Omar Sy, que también repite como los directores-guionistas, lidera un reparto más que correcto que se plantea la película como un baile donde lo que importa es que se perciba el conjunto más que cada paso y cada bailarín.

En fin, Samba es una cinta muy divertida que reflexiona con optimismo y sentido común sobre los retos que supone el multiculturalismo en Europa.

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