Mandarinas

GÉNEROS,

PÚBLICOJóvenes-adultos

CLASIFICACIÓNViolencia

ESTRENO30/04/2015


Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 32/15

Esta película se ambienta en la guerra abjasio-georgiana que tuvo lugar a principios de los noventa, cuando la región georgiana de Abjasia decidió separarse al independizarse Georgia de Rusia. El argumento se centra en Ivo, un ebanista que vive en medio del monte junto a Margus, que cultiva y vende mandarinas. La armonía del lugar se rompe por culpa de la guerra, que llega a ese rincón de forma muy singular. En realidad, el film nos habla de dos hombres marcados por el odio fanático, que ante el encuentro y convivencia con un hombre bueno experimentan un arco de transformación que quizá pueda restaurar su humanidad rota y hacer renacer su dignidad.

Dirige y escribe esta película el georgiano Zaza Urushadze, demostrando una gran maestría en su austera forma de pintar el horror de la guerra. No recurre a exhibicionismos macabros ni a grandes escenas bélicas, y nos transmite sin embargo la vivencia personal y humana del sinsentido de la guerra con gran elocuencia. Y a la vez es capaz de retratar lo irreductible de la condición humana que se mantiene viva o latente en medio de cualquier tragedia o devastación moral.

El guion es excelente, no recurre a efectismos narrativos baratos ni a fáciles concesiones sentimentales, sino que permite una meticulosa, precisa y rigurosa disección psicológica y moral de los personajes.

Una fuerza especial del drama viene del antagonismo humano. Los lugareños Ivo y Margus son cristianos y estonios; los visitantes son, uno checheno y musulmán, y el otro georgiano y cristiano. En medio de odios ancestrales lo único que tienen en común es que son seres humanos. Aparte del respeto que cada uno profesa a la religión del otro, lo decisivo de la historia es el rol de buen samaritano que encarna Ivo.

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