El populismo “light” llega a los Oscar

La edición de los Oscar se presentaba con una selección de cine notable -no sobresaliente- y una polémica un tanto artificial –la de la ausencia de nominados negros– que, sin embargo, acabó tiñendo una Gala que, a ratos, se convirtió en mitin.

GÉNEROS

Palmarés

  • Spotlight
    Película
    Guion original: Josh Singer y Tom McCarthy
  • El renacido
    Director: Alejandro González-Iñárritu
    Actor: Leonardo DiCaprio
    Fotografía: Emmanuel Lubezki
  • La habitación
    Actriz: Brie Larson
  • La gran apuesta
    Guion adaptado: Charles Randolph y Adam McKay
  • La chica danesa
    Actriz de reparto: Alicia Vikander
  • El puente de los espías
    Actor de reparto: Mark Rylance
  • El hijo de Saúl
    Película de habla no inglesa
  • Del revés
    Película animada
  • Amy
    Documental
  • Mad Max: Furia en la carretera
    Montaje: Margaret Sixel
    Diseño de producción: Colin Gibson y Lisa Thompson
    Edición de sonido: Mark Mangini y David White
    Efectos de sonido: Chris Jenkins, Gregg Rudloff y Ben Osmo
    Vestuario: Jenny Beavan
    Maquillaje y peluquería:
    Lesley Vanderwalt, Elka Wardega y Damian Martin
  • Los odiosos ocho
    Música: Ennio Morricone
  • Spectre
    Canción: Writing’s on the Wall, de Sam Smith y James Napier
  • Stutterer
    Cortometraje de ficción
  • Bear Story
    Cortometraje animado
  • A Girl in the River: The Price of Forgiveness
    Cortometraje documental
  • Ex Machina
    Efectos visuales: Andrew Whitehurst, Paul Norris, Mark Williams Ardington y Sara Bennett

“Un Oscar, una causa” parecía ser la premisa. Aunque no todas las causas tuvieron voz. Al final, una relativa sorpresa en el palmarés –ganó Spotlight– recondujo los Oscar a lo que son: unos premios de cine… sin olvidar que el cine es un medio para cambiar la cultura.

Sí. Al final ganó Spotlight, algo que sorprendió a algunos y que no debería sorprender, porque estamos ante un potente thriller, cortado con hechura clásica, magníficamente interpretado y muy del gusto de la Academia. No debería sorprender, además, porque en unos Oscar que se presentaban combativos, nada mejor que premiar la película más belicosa: la que hablaba del periodismo de investigación sacando a la luz los trapos sucios de una parte de la Iglesia de Boston.

Pero empecemos por el principio. Desde el punto de vista cinematográfico, esta edición no pasará a la Historia. Las ocho películas nominadas son notables, pero no hay ninguna obra maestra. Por eso, el interés de los cinéfilos se concentró pronto en una cuestión menor: en si a DiCaprio le iban a dar el Oscar al final o no (que se lo dieron, por si quieren dejar de leer ya). Al margen de esta cuestión, los medios acudieron cual alimañas buscando sangre fresca a la denuncia de una serie de actores negros por la ausencia de afroamericanos entre los nominados. Sacaron sus estadísticas (que claramente confirmaban la denuncia) y algunas amenazas de boicotear la Gala hicieron el resto. La Academia actuó con reflejos proponiéndole a Chris Rock, un conocido cómico afroamericano, que presentara la Gala, y Rock y su equipo hicieron el resto reescribiendo el guion de la ceremonia, que giró precisamente sobre esta cuestión.

Y lo hizo de una manera insistente… y al mismo tiempo equilibrada. Criticando efectivamente la escasa presencia de los negros en la industria del cine pero criticando a la vez toda idea de boicot y afeando la conducta a quienes lo defienden: “No se trata de boicotear, simplemente queremos las mismas oportunidades”, señaló Rock.

Y es que lo que entienden en EE.UU. por defender ideas políticas en un foro cultural y lúdico no tiene nada que ver con lo que entendemos, por ejemplo, en España. Por algo llevan muchos años de ventaja democrática. En la Gala, y aprovechando la marea del racismo, cada Oscar defendió una causa. La ganadora del corto documental A Girl in the River dedicó su premio a las mujeres pakistaníes que sufren los crímenes de honor. Sam Smith, ganador del Oscar a la mejor canción (por Spectre), lo dedicó a la comunidad LGTB; Leonardo DiCaprio habló de la defensa del cambio climático al recoger su ansiada estatuilla, mientras que Alejandro González-Iñárritu declaró, en una clara referencia a las políticas de Donald Trump, que “el color de la piel tiene que ser tan irrelevante como el largo de nuestro cabello” mientras alzaba su segundo Oscar consecutivo como mejor director por El renacido.

El populismo ha irrumpido este año en los Oscar en forma de apuesta por la inclusión y llamada a colaborar en diferentes causas sociales

No fueron las únicas proclamas. La presidenta de la Academia de cine confirmó con lenguaje claro y tono decidido que habían entendido el aviso y que habría cambios para que Hollywood acogiera a la diversidad, pues la diversidad es riqueza. Y, en una escena que nunca hubiéramos creído posible en los Goya españoles (por poner un ejemplo), el vicepresidente de los EE.UU. Joe Biden (que entró en escena bajo los acordes de Indiana Jones y con el público aplaudiendo en pie) presentó a Lady Gaga (que interpretaba una de las canciones nominadas) pidiendo al auditorio que se comprometiera a cambiar la cultura para acabar con un problema que preocupa mucho en los Estados Unidos: los abusos sexuales en los campus universitarios. La canción nominada en cuestión pertenece a un documental que aborda este tema. Otra cuestión es que la canción nominada anterior era la de 50 sombras de Grey, el taquillero bodrio que ha conseguido que miles de mujeres jóvenes sueñen con un Grey al que someterse… Claramente, cuando el vicepresidente hablaba de un cambio cultural sabía de que hablaba.

“Spotlight”, la película más reivindicativa

Con semejantes teloneros, hubiera sido raro que no ganara el Oscar la película más reivindicativa de las nominadas. Spotlight es un homenaje al periodismo ejercido con rigor y sentido de servicio… y un buen varapalo a la Iglesia católica. O, mejor dicho, a la actitud de algunos pastores de la Iglesia católica que decidieron afrontar la grave crisis de la pederastia de la peor forma posible: no cogieron el toro por los cuernos… y terminaron corneados.

Tomas McCarthy no se fue por las ramas y se dirigió en directo al Papa Francisco “Es hora de proteger a los niños y de restaurar la fe”, le pidió. Son dos claves interesantes. McCarthy es crítico con la actitud de la Iglesia católica, le parece que todavía puede hacer más por atajar los abusos, es crítico con el celibato (aunque en la película apenas entra en esta cuestión) y se declara agnóstico. Pero McCarthy reconoce que sus padres son muy católicos y que él, aunque ya no practica, los acompaña a Misa en vacaciones y que le parece esencial proteger la fe de los creyentes. “Tengo la religión en mi código genético. Hay mucha gente que depende de su fe, y si la Iglesia está podrida, ¿qué sentido tienen sus vidas?”.

El vicepresidente Joe Biden pidió al auditorio que se comprometiera a cambiar la cultura para acabar con los abusos sexuales en los campus universitarios

Desde esa perspectiva se entiende su eslogan al recoger el Oscar (sobre todo esa segunda parte, ese restaurar la fe, que no todos los medios europeos han difundido). Se entiende alguno de sus personajes (el periodista descreído que confiesa, al descubrir los abusos, que él en el fondo siempre esperó volver a la Iglesia católica) y se entiende, en el fondo, toda la película y lo que significaron para la católica sociedad de Boston los reportajes de Spotlight. Otra cosa es que el público general, sobre todo europeo –al que le importa mucho menos la fe y que está deseando tener un motivo para aparcar las pocas creencias que aún mantiene–, prefiera quedarse en la lectura fácil de echar los perros a la Iglesia católica sin dedicar ni un minuto a leer lo que está detrás de esta interesante película.

Un populismo light… con clamorosos olvidos

Con la subida al pódium de Spotlight se confirmaba una tendencia de esta edición. El populismo que fustiga a Hispanoamérica y recorre Europa disfrazada de amenaza fantasma ha irrumpido este año en los Oscar en forma de apuesta por la inclusión y llamada al “pueblo”, en este caso a los gremios de artistas, a colaborar en diferentes causas sociales. Un populismo light, que sabe reírse de sí mismo, abrir un poco el marco de las causas, que huye de los extremismos y confía en el gobierno y en la ley. Un populismo que, en el fondo, se tienta mucho la ropa antes de poder dañar lo más mínimo a la democracia. Un populismo que, por ese motivo, huye del sectarismo como de la peste. Quizás se entienda con un ejemplo. En el in memoriam de los Oscar se acompaña el duelo con un profundo silencio. En los Goya españoles se homenajea con un sentido aplauso… solo cuando los muertos son de nuestro bando.

Pero ojo, también un populismo de salón y primermundista. Al arrancar la Gala, Chris Rock hizo una atinada reflexión “Mientras nos estaban linchando no nos preocupaba quién ganara el Oscar a la mejor fotografía”. Efectivamente, los negros en América son una minoría que, entre otras cosas, tienen un presidente de los Estados de Unidos, y por eso pueden ocuparse de los Oscar. En muchas otras zonas del mundo, hay minorías mucho más mayoritarias a las que tampoco les preocupa pasear por la alfombra roja. Antes tienen que salvar la vida y la de sus hijos en medio de guerras atroces y extremismos. Antes tienen que pedir un trozo de suelo en un país extranjero. Para ellos ni hubo Oscar ni tampoco discursos. Solo silencio.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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