Videojuegos: mejor en compañía

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Los títulos “multijugador” se han hecho un fuerte hueco en la difícil industria de los videojuegos. Quizás jugar en solitario no tenga fecha de caducidad, pero seguramente tengan más éxito los juegos que permitan hacerlo con más personas.

Muchos recordamos la época en que tener dos mandos en una videoconsola era poco menos que un lujo. Lo habitual era jugar a títulos para un jugador y turnarse en el uso de los controladores: una vida cada uno hasta que éstas se acabasen. Cuando se conseguía el segundo, las opciones para jugar en compañía se solían reducir a pequeñas batallas contra el oponente. Es decir: los juegos no solían tener la opción de completar la aventura principal con dos usuarios.

Hoy en día, la opción de multijugador es casi indispensable, y tener dos mandos es también prácticamente una necesidad. Prueba de ello son los eventos Campus Party (que se celebran en España, México, Brasil y otros países), donde miles de personas se dan cita para compartir todo tipo de ficheros y participar en grandes competiciones con los videojuegos más conocidos. Incluso algunas empresas han presentado allí sus avances en el desarrollo de las nuevas tecnologías aplicadas a videojuegos, y también en su modo multijugador. Así ha hecho Microsoft con Project Natal, su proyecto de investigación que permite a los usuarios controlar e interactuar con la Xbox 360 y el PC sin la necesidad de usar un mando y a través de la interacción de un usuario humano.

La Campus Party demuestra que la vertiente multijugador es esencial para poder disfrutar plenamente de un videojuego, ya que se comparten experiencias, se aprenden tácticas de los compañeros o de los rivales y supone un reto para muchos, puesto que la inteligencia y velocidad de un ordenador no se puede comparar a la inventiva ni al libre albedrío de un ser humano. Las críticas de la prensa especializada siempre han insistido en ello: es preferible jugar con otra persona a un juego para varios jugadores antes que dejar que la inteligencia artificial de la máquina maneje a nuestros compañeros. Si contar, por supuesto, lo frío que resulta ordenar a una máquina que mueva a alguien por medio de una serie de patrones definidos, en vez de decirlo a tu humano compañero de equipo.

El aislamiento no es inevitable

Si se observan detenidamente los videojuegos más vendidos y que más dan que hablar, la tendencia es clara: Wii Sports, Wii Fit/Plus, New Super Mario BROS. Wii, Call of Duty: Modern Warfare 2, Uncharted 2, las series Guitar Hero o SingStar, etc.; todos ellos no sólo admiten disfrutarlos en su esplendor con más de un jugador, sino que precisamente en ello basan su principal atractivo destacando que dicha opción está potenciada y mejorada.

Antes muchos acusaban a los videojuegos de promover el individualismo. Aunque no tengo nada en contra de la aventura en solitario, reconozco que, probablemente, parte de razón no les faltase. Sin embargo, hay que ser justos: había medidas para evitar esa marginación a la que hacían referencia. Y hoy más que nunca, esa posibilidad es una realidad llevada muy lejos: los famosos modos cooperativos, competiciones online, etc.

Cierto es que la opción para un jugador sigue existiendo, y, con ella, los consiguientes peligros. Pero recordemos que al incorporar por fin tantas y tan variadas opciones de disfrute para dos o más jugadores, es el usuario el que debe decantarse, y, por tanto, él tiene la responsabilidad de jugar o no con más personas.

Todos tenemos en ello una parte muy importante a realizar: los padres pueden ver jugar a sus hijos o jugar con ellos en familia, tutelando así una labor que necesita la misma supervisión que muchas otras en la vida de los niños. Los hijos, a su vez, pueden evitar jugar largos períodos de tiempo ininterrumpidos, compartir la partida con hermanos, padres, amigos o turnarse en el uso de los juegos. Esto es válido por igual tanto a los más pequeños como a los mayores. Recordemos que el susodicho individualismo es un riesgo, no una actitud inherente a los videojuegos. Es, por tanto, perfectamente (y debe ser) evitable.

Efectos beneficiosos del juego compartido

Diversos estudios han intentado demostrar, o al menos han conseguido comprobar, que jugar en compañía favorece las relaciones personales, la verdadera competitividad y las capacidades psicomotrices y mentales de aquellos que juegan con los videojuegos. Por supuesto, depende de la temática del juego, la edad de los que los juegan y multitud de circunstancias sociales de los jugadores. Pero en cualquier caso, normalmente suele ser mejor jugar en compañía a títulos que favorezcan esa competitividad de una forma sana y saludable, que se puede entender como la búsqueda de las mejores opciones: si se juega contra otro, saber cuándo se ha ganado y cuándo se ha perdido, aceptándolo y entendiendo que sólo es un juego; si se juega con otro, buscando las mejores formas de colaboración.

Es, por tanto, altamente recomendable disfrutar de los videojuegos en compañía: también aquí se cumple que dos (o más) mandos son mejores que uno.

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