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Las tres claves de las ciudades futuras

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¿Eres de los que intuyen que en el futuro se eliminarán los estacionamientos de coches en superficie, o que nuestro modo de vivir en las ciudades será distinto? Estas y otras cuestiones se debatieron en el VI Congreso Internacional “La ciudad que queremos”, organizado por la Fundación Arquitectura y Sociedad (Pamplona, 8-10 de septiembre).

Durante esos días, intervinieron expertos de distintos ámbitos: urbanistas, arquitectos, sociólogos, políticos, economistas, todos con el fin de desvelar los retos a los que se enfrentan las ciudades futuras y perfilar las características que habrían de tener.

El debate se centró en tres claves de las futuras urbes: la calidad de las viviendas, la nueva movilidad y los desafíos socioambientales.

Los ponentes coincidieron en que estamos inmersos en profundos cambios que producirán a la larga importantes transformaciones en las ciudades. Se estima que en 2050 el 65% de la población mundial vivirá en ciudades, cuando en 1950 tan solo vivía un tercio. Según José María Ezquiaga, director del Congreso, “las ciudades, en ese contexto de cambio, pueden operar como motores del desarrollo económico, redistribución e inclusión”. Pese a que –según él– se ha comprobado que “el urbanismo actual no está preparado para responder a la incidencia de pandemias y enfermedades de la sociedad”.

El covid-19 ha generado nuevos interrogantes sobre nuestro modo de habitar las ciudades y ha puesto en el lugar que se merece la vivienda de calidad como primera clave de la regeneración urbana. La pandemia ha hecho aflorar los puntos débiles de nuestras urbes, y estos no han sido la escasez de parques o espacios públicos, que también, sino sobre todo las propias carencias de nuestras viviendas.

Casas con más espacio

Por eso, la arquitecta Anne Lacaton, premio Pritzker de 2021, ha incidido enredesarrollar en las ciudades el concepto de ‘villa’ (casas con jardín)”. Si las ciudades no tienen más remedio que seguir siendo intensivas, al estilo mediterráneo, procurando la cercanía de comercios y servicios públicos (sanitarios, docentes…) y evitando a la vez la congestión urbana –la excesiva densidad–, se podría exigir que una parte de la superficie útil de cada vivienda se destine a una pequeña terraza-jardín, de modo que los edificios se conviertan en casas-jardín en altura.

Si ahora en las ciudades prevalecen los coches, la nueva tendencia proclama al peatón rey, con su séquito de bicicletas, patinetes… y transporte público

Para Lacaton, las viviendas necesitan mucha luz y un “espacio adicional”: un espacio sin uso determinado que se adapte con flexibilidad a las necesidades de cada momento. Ella apuesta por mejorar las viviendas –con unos estándares menos restrictivos– y lo ve como una vía primordial para lograr una ciudad más amable y habitable. El Estado –argumenta– debería asegurar esos estándares de calidad, bien promoviendo él mismo las viviendas o exigiendo a los promotores esos niveles. Por encima de las ideologías, una democracia sana debería proporcionar viviendas de calidad a todos los ciudadanos.

Menos automóviles

La movilidad es la segunda clave de las ciudades futuras. Philipp Rode, director ejecutivo de LSE-Cities, utiliza ya el término de “ciudad post-automóvil” augurando una nueva tendencia sobre el uso del coche en el interior de las ciudades: “En Reino Unido un 26% de los movimientos son para ocio, en contraposición al 3% realizado por motivo de negocios, y en EE.UU. un coche permanece estacionado el 96% del tiempo”. Con estos datos en la mano se pronostica un mal futuro para los coches estacionados y para el tráfico innecesario.

En cambio, se abre un nuevo horizonte para los peatones y los espacios públicos. Si ahora en las ciudades prevalecen los coches –cada vez más grandes–, la nueva tendencia proclama al peatón rey de las ciudades con su séquito de bicicletas, patinetes, monociclos, segways… y, por supuesto, de los transportes públicos. En Londres, según el estudio presentado por P. Rode, “sólo el 13% de los usuarios elegirían, como medio principal de movilidad, el coche individual”. En España, cerca de 370.000 personas se han convertido en nuevos usuarios del patinete durante la pandemia; y el naciente lema de Renfe: “Lleva tu bici o patinete en el tren”, no ha hecho sino confirmar la nueva directriz de futuro.

Según la experimentada opinión de Miguel Anxo Fernández, alcalde de Pontevedra, que ha logrado en su ciudad eliminar las muertes por accidente de tráfico desde 2011 y reducir emisiones de CO2 en un 67%, “hay que recuperar el espacio público para las personas y reducir el tráfico al imprescindible para que la ciudad funcione”. Con ese fin ha recomendado un “tráfico calmado” con el que, entre otras cosas, se renaturalice la ciudad y se generen más espacios verdes. Como ha afirmado Daniel Ibáñez, investigador de Harvard: “La naturaleza casi se nos está olvidando al vivir tan ensimismados en esta caja negra que es la ciudad”. Uno de los desafíos medioambientales más importantes en los espacios urbanos es la reducción de CO2, objetivo que ha impulsado la electromovilidad en toda Europa y de la que Ámsterdam es el mejor ejemplo.

Injusticia espacial

La tercera clave de las nuevas ciudades es el difícil tema de las desigualdades y complejidades sociales. Por ejemplo, Pablo Martínez y Mar Santamaría, arquitectos, han puesto el dedo en la llaga al decir: “La contaminación no mata a todo el mundo por igual. Mata a los más vulnerables. Esto nos habla de la injusticia espacial que existe en la ciudad”. Y M. Ángeles Durán (catedrática de sociología) ha lanzado la siguiente pregunta: “¿Realmente estamos las mujeres ya en condiciones de igualdad en el espacio de la ciudad?, teniendo en cuenta además que el 82% de los cuidadores de larga duración son mujeres”; un trabajo –el de cuidar de los demás– frecuentemente no remunerado y no incluido en los grandes números económicos con los que se toman medidas políticas para el desarrollo.

Al mismo tiempo, F. Peña Mora, profesor de Columbia, ha incidido en el problema del inmigrante, a quien le afecta el “sentimiento de no-pertenecer a la ciudad”, y ha hecho ver “la necesidad de actuar en consecuencia” evitando, entre otras cosas, la suburbanización. El urbanismo debe asumir y reflejar las inquietudes sociales de cada momento, pero también corregir sus errores: por eso se ha hablado de “desurbanización” como último remedio para rehabilitar zonas urbanas deterioradas.

Aunque, sin duda, de lo que más se ha hablado en el Congreso ha sido de “compartir”, y es lógico, porque hoy no se entiende una ciudad que no sea compartida, que no admita la diversidad; de ahí que se haya revalorizado la sostenibilidad social y el espacio público compartido a la hora de replantear la ciudad que queremos.

Antonio Puerta López-Cózar
Arquitecto

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