Pobres en España, ni tantos ni tan pocos

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Primer artículo de una serie sobre pobreza

Muchos subsaharianos se juegan la vida por llegar a una Europa que aparece como garantía de progreso y riqueza. Quizá les sorprendería saber que, según datos de Eurostat, el 22,5% de los habitantes de la UE (113 millones de habitantes) viven en riesgo de pobreza. En España, el 26,6% de la población (12,23 millones) estaría en esta misma situación. ¿Son creíbles estos datos? ¿Cómo interpretarlos?

Cuando se habla de pobreza se tiende a pensar en la incapacidad para satisfacer las necesidades básicas que constituyen un mínimo vital. Quienes estuvieran por debajo del umbral de ingresos necesarios para adquirir una cesta de bienes y servicios básicos, serían pobres. Esta es una noción de pobreza “absoluta”, distinta de la que se maneja en Europa.

Tres criterios estadísticos de pobreza

Para los cálculos de Eurostat (Oficina Estadística de la Comisión Europea), una persona está en riesgo de pobreza si se encuentra en al menos una de tres situaciones: tiene unos ingresos inferiores al 60% de la mediana de la renta nacional, sufre una serie de carencias materiales severas o vive en un hogar con baja intensidad de trabajo. Veamos qué quiere decir cada uno de esos tres componentes.

El porcentaje de hogares con baja intensidad de empleo es el indicador que más ha crecido

Personas en riesgo de pobreza: son las que viven en un hogar cuyos ingresos –incluyendo las transferencias sociales– están por debajo del 60% de la mediana de la renta nacional (la mediana es el valor que ocupa la posición central de una serie de datos). En España, en el caso de una familia con dos adultos y dos hijos menores de 14 años, el umbral de pobreza en 2017 se situaba en 17.896 euros anuales, y en el caso de una persona sola, en 8.208 euros.

Personas con carencia material severa: son las que por su escasez de ingresos sufren carencias en al menos cuatro de nueve campos que se consideran básicos (ver listado más adelante).

Personas en hogares con baja intensidad de trabajo: personas menores de 60 años que viven en hogares donde sus miembros adultos trabajan menos de un 20% de su potencial de trabajo.

Por debajo de la mediana

Cualquier persona que se encuentre en una de estas tres categorías se considera incluida en el “riesgo de pobreza o exclusión social”, indicador conocido como AROPE. Según estos criterios, en la UE habría un 16,9% de habitantes en riesgo de pobreza por su renta, un 6,9% con carencia material severa y un 9,3% en hogares con baja intensidad de trabajo.

El primer criterio, que mide el riesgo de pobreza en función de la renta, no está exento de críticas. La misma Eurostat indica que “no mide la riqueza o pobreza absoluta, sino bajos ingresos en comparación con los otros residentes del país”. Es decir, es un indicador relativo, mientras que la mayoría de la gente tiende a entenderlo como pobreza en términos absolutos. Al ser relativo, si la renta de todos los grupos creciera un 20% no variaría el número de pobres. Y una disminución del nivel de vida medio de la población puede traducirse en una disminución automática de la tasa de pobreza, sin que haya mejorado la situación de los más desfavorecidos.

Según este criterio, un país puede ser más rico que otro y tener una tasa de pobreza más alta. Por ejemplo, según estos criterios, en Suecia está en riesgo de pobreza el ¡17,7%! de la población, cosa que sorprenderá a cualquiera que haya estado allí. En cambio, el país con menos pobres sería la República Checa, con solo un 12,2%. Pero no hay que olvidar que en Suecia el umbral de pobreza para una familia de cuatro miembros sería el equivalente a unos 29.000 euros y en República Checa sería 11.000 euros.

No menos discutible es que en España esté en riesgo de pobreza el 26,6% de la población, lo que supone 12,23 millones de “pobres”. En este colectivo entrarían los que están en riesgo de pobreza por su renta (un 21,6% de la población), por carencia material severa (el 5,1%) y por baja intensidad de trabajo (12,8%). Parte de estas personas se incluirían en más de uno de los criterios.

Unos 2,38 millones de españoles están en situación de carencia material severa

Puestos a distinguir, una cosa es que el 26,6% de la población entre dentro de los criterios de “riesgo de pobreza” de Eurostat, y otra que esas personas hayan caído realmente en la pobreza o que ellas se consideren pobres.

El riesgo de pobreza en función de la renta es, como se ha visto, un indicador relativo, que refleja fundamentalmente una desigualdad. No cabe duda de que una familia de cuatro miembros que ingresa en torno a 18.000 euros anuales va a tener bastantes dificultades para cubrir sus gastos. Aunque en esto influirán también otros factores como si tiene o no ya pagada la vivienda en propiedad, en dónde vive, si obtiene ingresos en la economía sumergida, la edad de sus miembros…

Hogares con carencia material severa

Parece más significativo el segundo criterio (carencia material severa), que parte de las condiciones de vida de los hogares y de las privaciones que sufren en al menos cuatro de nueve indicadores de consumo:

  1. No puede permitirse ir de vacaciones al menos una semana al año.
  2. No puede permitirse una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos días.
  3. No puede permitirse mantener la vivienda con una temperatura adecuada.
  4. No tiene capacidad para afrontar gastos imprevistos (de 700 euros).
  5. Ha tenido retrasos en el pago de gastos relacionados con la vivienda principal (hipoteca o alquiler, recibos de gas, comunidad…) o en compras a plazos en los últimos 12 meses.
  6. No puede permitirse disponer de automóvil.
  7. No puede permitirse disponer de teléfono.
  8. No puede permitirse disponer de televisor.
  9. No puede permitirse disponer de lavadora.

En 2017, según la Encuesta de Condiciones de Vida, del INE, el 53% de la población española no tenía carencia en ninguno de los nueve conceptos, mientras que el 5,1% (unos 2,38 millones de personas) estaba en situación de carencia material severa (ver tabla).

El 9,3% de los hogares españoles manifestó llegar a fin de mes con “mucha dificultad”. El 37,3% no tenía capacidad para afrontar gastos imprevistos (cifrados en 700 euros). El 34,4% no se pudo permitir ir de vacaciones al menos una semana. Por otro lado, el 7,4% de los hogares tuvo retrasos en los pagos relacionados con la vivienda principal (hipoteca o alquiler, recibos de gas, electricidad, comunidad…) en los últimos doce meses.

De los nueve conceptos que determinan la inclusión de la población en este grupo, los más frecuentes fueron: no poder ir de vacaciones, no poder afrontar gastos imprevistos, no poder mantener la vivienda con una temperatura adecuada y haber tenido retrasos en los pagos.

En cambio, en cuanto a privaciones en la comida, solo el 2,9% dice que no puede permitirse comer carne o pescado una vez cada dos días, lo que es una de las cifras más bajas de Europa en este aspecto.

Pobres con y sin empleo

El empleo es, como cabe esperar, un factor decisivo para el riesgo de pobreza. El porcentaje de hogares con baja intensidad de empleo es el indicador que más ha crecido en España desde el comienzo de la crisis, pasando del 6,6% en 2008 al 12,8% en 2017. Aunque en el último año ha bajado, España todavía se mantiene como el cuarto país de Europa con índice más alto en este aspecto. El paro es el factor más decisivo en el aumento del riesgo de pobreza desde 2008, así que las soluciones deben venir también por la mejora del empleo.

Por otra parte, aunque tener empleo protege del riesgo de pobreza, también se puede ser pobre con empleo. Así, en 2017 estaban en esta situación de riesgo de pobreza el 44,6% de los parados, el 13,1% de los jubilados y el 14,1% de los ocupados. La pobreza entre los ocupados es un dato que ha ido creciendo desde un 10,9% en 2010 al 14,1% actual. En el hecho de que tener un empleo ya no sea una garantía suficiente para vivir sin penurias influyen la precariedad laboral, los contratos temporales y a tiempo parcial, los bajos salarios… Quizá el aumento del salario mínimo anunciado por el gobierno para 2019 puede cambiar esta tendencia.

El riesgo de pobreza en función de la renta es un indicador relativo, que refleja fundamentalmente una desigualdad

El título universitario es sin duda una garantía de mejor empleo, pero tampoco suficiente. En 2017, casi el 10% de la población en riesgo de pobreza tenía educación superior, aunque el riesgo era el doble entre los de educación secundaria completa y el triple entre los de primaría o primera etapa de la secundaria.

Los que están en peor situación son los que viven en riesgo de pobreza según los tres criterios considerados. Así, en 2017 (y con datos de renta de 2016), un 1,7% de la población (cerca de 800.000 personas) estaba a la vez en riesgo de pobreza, con carencia material y con baja intensidad en el empleo.

En España, después del aumento del riesgo de pobreza desde el comienzo de la crisis en 2008, a partir de 2014 se observa un descenso en el indicador AROPE, según la última Encuesta de Condiciones de Vida (ver tabla).

Indicador AROPE (España)

Del análisis de los datos, se desprende que esa cifra que a veces se destaca de 12,3 millones de pobres es más un indicador estadístico de la desigualdad que una medición de la pobreza real. Más preocupante es que el porcentaje de población con carencias materiales severas haya pasado del 3,6% en 2008 al 5,1% en 2017. Son 2,38 millones de personas que deben estar en el centro de las políticas públicas de lucha contra el riesgo de pobreza.

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